La caridad interesada

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La caridad interesada.

Pedia un pobre hombre muchas veces limosna por Dios á un caballero muy rico sin sacar jamás otra cosa que palabras injuriosas.

Andando el tiempo recibió el caballero tan fuerte golpe en un ojo, que lo dejó muy mal parado; y desde entonces, cuando pasaba junto al pobre, le daba un cuarto, diciéndole:

— Ruega a Dios para que me cure presto.

El mendigo echó sus cuentas y dijo para si:

— Cuando tenias los ojos sanos no me dabas limosna, te se puso enfermo uno y me das un cuarto; claro es, pues, queme darás dos si enfermas del otro.

— Bien discurres, Manolo, anadia después, te conviene rezar, es verdad, pero es porque se quede ciego.

Esta paga es la que debe esperar el que da limosna por interés.