Decio, desde que salí
de nuestra patria, Fabriano,
y vine a Fermo a estudiar,
de Laura olvidé el amor.
¿Débole más que el favor
que una dama suele dar
a quien comienza a servilla;
una ventana, un semblante
risueño, una mano, un guante,
y cuando mucho, una silla
en su casa?
DECIO:
¡Aqueso es bueno!
¿Pues amor que había llegado,
señor, a verse ensillado
sabe tan poco de freno?
Es imposible.
CÉSARO:
Yo sé
que el príncipe de Fabriano,
mi padre, y Julio, mi hermano,
tienen de holgarse en que esté
tan libre que a Laura olvide,
porque lo llevaban mal.
DECIO:
Laura es mujer principal.
CÉSARO:
Más prendas mi sangre pide,
que, aunque soy hijo menor,
en Italia ni en Sicilia
no hay más ilustre familia
que la Ursina.