Es el escolar garrido
más que cuando sale el sol
entre nubes a quien borda
su dorado resplandor.
Cada día en el mercado
me aguardaba, como hoy;
que amor diz que aguarda al vuelo
como astuto cazador.
Comprábame los despojos
que muesa tierra nos dio,
ya el lino, ya las pajuelas,
ya la miel, ya el requesón.
Y si va a decir verdad,
en viéndole, el corazón
me bailaba dentro el pecho;
no sé yo quién le hacía son.
Llevé dos cargas de leña
uña vez, y el niño Dios
como vio leña, y es fuego,
echando chispas saltó,
más, que es cosa, y cosa hermana,
que en la leña no emprendió,
sino en el alma, do vive
convirtiéndola en carbón.
Dijome el escolarejo
tantas cosas, que al sabor
de sus melosas palabras
la libertad me robó.
En fin, le dije mi nombre,
pueblo, tierra y afición;
que amor, mudo en los principios,
da, a la postre, en hablador.
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