Dejad, mi bien, de llorar,
que en el peligro más grave
socorre el cielo mejor.
Aquí, con gloria distinta,
ha de ser Chipre esta quinta,
y vos, Venus, que al Amor
ha de parir. Al mercado
acostumbráis cada día
venir; cuando, esposa mía,
llegue el tiempo deseado,
aquí, serrana querida,
daréis el fruto que espero.
La mujer del jardinero,
que también está parida,
cuidará de tu regalo.
Mi padre es viejo y enfermo,
y presto te ha de ver Fermo,
si a mi amor mi dicha igualo
en diversa vida y traje.
Sed agora labradora,
que así mi amor os adora.
Sólo Castro y un paje
saben nuestro amor; mi bien,
no lloréis.
CAMILA:
Alto de aquí.
CÉSARO:
¿Es hora, Camila?
CAMILA:
Sí,
que es tarde. Sabina, ven,
que hueles a caballera,
y vo envdiosa un poquillo.
Yo no huelo sino a tomillo
y cantueso.