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La escuela moderna/Apéndice/La Educación por el Ambiente

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La Educación por el Ambiente

El primer esfuerzo de la escuela debiera dirigirse únicamente a enseñar a vivir. La educación por el ambiente (nature study) tiene por objeto desarrollar en el niño el interés innato que siente hacia sí mismo y hacia lo que le rodea. El mejor método de eduoación respecto de los niños consiste, ante todo, en guiar sus sentimientos personales, virtualidades ytendencias. No se aniquila impunemente la adaptación del hombre de mañana. Sin dirección ni brújula, su pequeña personalidad se desarrollará en energías salvajes, desordenadas y estériles. La escapatoria o falta de asistencia a la escuela, es el fruto de nuestros diligentes esfuerzos para reprimir el entusiasmo innato del niño. En su acto de rebeldía contra la e escuelacárcel », el niño procura tomar la lección que el maestro inconsciente no ha sabido darle. Por montes y valles, bosques y llanuras o recorriendo calles y plazas públicas, se pondrá en contacto con el mundo, sin elección, con una avidez bien comprensible. El chicuelo quiere vivir su vida, perseguir las mariposas, merodear con las abejas, frecuentarse con vecinos y vecinas, mientras en el interior del establecimiento sus compañeros languidecen con los brazos cruzados, momificados, sin moverse ni hablar, o se forman en filas por orden de estatura en el triste patio de árboles enfermizos, o son condenados a copiar diez veces un verbo.

La educación por el ambiente ha de comenzar con cosas y fenómenos que tengan un carácter general y común. Antes de la hora en que haya necesidad de definir y clasificar, dejemos al niño todo el tiempo y toda la latitud necesarios para conocer y observar.

Definir y clasificar resultará naturalmente de una experiencia largamente acumulada; no debe ser un medio, un método de educación prim actuales pedagogías se da la ciencia en pildoras.

Se atesta al niño de drogas en lugar de nutrirle.

La educación racional es ante todo la vida, no las definiciones ni las clasificaciones, que son cosas secas y muertas. Con el tiempo seguramente, cuando el entendimiento del joven humano se haya abierto suficientemente sobre el mundo, la definición podrá ser un corolario útil de la experiencia adquirida, una fórmula cómoda que cada cual podrá retocar a su gusto, según su personal manera de ver.

El objeto de la educación por el ambiente consiste en desarrollar la simpatía natural del hombre por ese mismo ambiente, en darle de él una comprensión amplia y positiva, cosa que apenas se hace en nuestro siglo en que reina el Vellocino de Oro. Hoy se comienza por dividir la fauna y la flora en animales y plantas útiles o perjudiciales al homo sapiens; como si todo eso hubiera sido creado y puesto en el mundo para nuestro uso. En nuestra era de mercantilismo, sólo nuestro inmenso egoísmo se interesa en la naturaleza, considerándola como una mina explotable o a veces como un espectáculo a propósito para suscitarnos sensaciones agradables. «Después de mí el fin del mundo», piensan nuestros amos modernos, productos dignos de una educación para uso de los capitalistas.

El objeto de la educación por el ambiente, al con- En nuestras trario, es desarrollar la simpatía natural del hombre por su medio, provocar el conocimiento de ese mismo medio, de un modo algo semejante a la manera cándida con que el primitivo mira lo que le rodea. Claro es que el libre examen y la meditación ejercida por un conocimiento maduro o en vías de madurez no han de ser desechados; pero a qué apresurarse? No tiene el hombre de mañana toda la vida para especular sobre su medio ? En Oriente, el hábito de la meditación apoyado en las costumbres, es quizá más precoz que en Europa; pero nosotros somos Occidentales, indígenas de la zona templada, y, como tales, predispuestos a vivir una vida activa en el seno del ambiente universal.

La educación por el ambiente será, pues, una reacción saludable contra el método y el formalismo de nuestras pedagogías; será una eficaz revolución contra el uso prematuro de los procedimientos de laboratorio, una feliz rebeldía contra la tendencia a aplicar la enseñanza de los sabios ya formados a obras de educación elemental. Por el respeto a la completa individualidad del niño, por la excitación de su espontaneidad natural, despertando su entusiasmo juvenil, impedirá que nuestros escolares se transformen en efigies fundidas en el mismo molde, en otras tantas medianías tiradas a miles de ejemplares. La educación por el ambiente es eminentemente propia para desarrollar en el niño los múltiples modos de expresión de que podrá disponer en el porvenir: palabra y ademáản, escritura, dibujo y colorido, canto y música. Toda su pequeña humanidad se expansiona, se abre sobre el mundo, y sobre todo germina en él la flor bellísima del sentimiento poético.

Con tal sistema la escuela deja de ser una reunión de clases discordantes, para simplificarse y harmonizarse tendiendo hacia la unidad de su programa, dándole así la razón de ser que parecía faltarle hasta ahora. cesa la escuela de ser esa institución ilógica y bárbara que conocemos, convirtiéndose en la primera célula de un organismo social racional, basado sobre el estudio cientifico, sobre la evolución normal de la raza.

Así la educación por el ambiente se ocupará de lo visible y de lo actual, de lo tangible y de lo concreto.

Definir, clasıficar, dar un estudio profundo sobre un asunto no son cosas que razonablemente podamos exigir a un niño que todavía no conoce nada del mundo y de la vida; dejémosle adquirir la adecuada experiencia, y la prudencia necesaria se le presentará indispensablemente cuando haya tanteado y gustado lo que le rodea. Después veremos : si un día siente avidez por instruirse, siempre tendrá a mano libros para calmar su ansia de saber. Añadamos que este inétodo es preferible a la aparición de un cambio en la escuela actual. El niño, hecho ya el hombre renovado, lo llevará consigo en la vida y sabrá aplicarlo en todas las situaciones posibles; mirará el panorama del mundo con el candor de la infancia y se mezclará en la actividad social en el sentido que mejor convenga a sus facultades innatas.

La educación por el ambiente viene a ser en cierto modo el lazo de unión entre la escuela, por una parte, y la vida real y la actividad social, por otra; prepara naturalmente al alumno para todo género de trabajos, escolares o no escolares, rurales o urbanos, terrestres o marítimos, hasta puede decirse que será la base de la ciencia misma, porque permitirá en lo sucesivo reunir cada una de las partes más ínfimas de ella a la vida universal. Si todos los maravillosos descubrimientos recientes en el dominio científico metamorfosean profundamente nuestras harto estrechas e indeterminadas concepciones sobre la constitución del mundo, si las especulaciones que podemos permitirnos respecto de la naturaleza intima del substratum material son ya muy suficientes para satisfacer nuestra necesidad de saber, la transformación de la escuela en un organismo vivo, en que el sér adquiera una noción concreta de la naturaleza, es evidentemente la primera etapa que se ha de seguir para marchar hacia ese conociiniento integral del mundo y de la vida. No es ya un curioso y bien sintomático espectáculo de nuestra época transitoria esa soldadura inesperada de dos pedagogías tan diferentes aparentemente? Sobre programas y exámenes, escuelas cuarteles y cárceles, la educación racional de la primera infancia va a unirse a la ciencia más alta y transcendente que podamos adquiriri Cuánto incomparablemente más sabios que nosotros serán nuestros hijos! Siempre jóvenes, en toda edad de su vida, sabrán fraternizar con plantas y animales, piedras y elementos, amar los paisajes, querer a todos los hombres, unidades diversas de una misma humanidad de hermanos. Entonces su ciencia formará verdaderamente cuerpo con la vida social metamorfoseada; será parte integrante de ella, y hacia horizontes siempre más extensos y elevados se dirigirán las miradas conscientes del humano normalmente desarrollado por el contacto con las realidades terrestres.

A. Pratelle