Ir al contenido

La escuela moderna/Apéndice/Lo que debe ser la Educación

De Wikisource, la biblioteca libre.

Lo que debe ser la Educación

Siendo el hombre un animal, perfeccionado, es verdad, e incontestablemente razonable, aunque con alguna moderación, la ciencia de la educación, o, desde otro punto de vista, el arte de criar al hombre, debe tomar sus principales datos de la antropología, puesto que en el fondo y en último análisis la pedagogía no es más que una rama de la historia natural del hombre.

Cuando se trata de la cría del toro o del caballo, se considera natural y sencillo asegurarse de que el padre y la madre estén sanos, bien constituídos y que reunan los caracteres de la raza o variedad que se desea; nada se descuida para que una alimentación apropiada, una higiene especial, unos cuidados dictados por observaciones continuadas y por experimentos repetidos favorezcan en los becerros o en los potros el desarrollo cada vez mayor de los atributos, facultades y cualidades deseadas.

Respecto del hombre se han seguido generalmente otros procedimientos; y, sin embargo, la tarea es más fácil.

La cría del perro, del cerdo, del carnero u otros no tienen por objeto el perfeccionamiento del individuo para su felicidad particular. No se ha de contrariar su naturaleza, ha de hacérsele adquirir o exagerar hábitos, instintos, aptitudes que le serían perjudiciales en estado libre, que le incapacitarían para buscarse la vida; se le ha de atrofiar o hipertrofiar tal o cual órgano; es preciso mutilar, deformar, transformar; en una palahra, se ha de confeccionar un ser anormal, un monstruo, como se dice en historia natural, inútil para sí mismo, aunque utilisimo para el hombre, que de él saca utilidad y placer.

La cría, dispénseseme la irreverencia, la educación del sér humano, por el contrario, tiene por principal objeto el bienestar del individuo, la satisfacción de sus necesidades naturales y esenciales, y, por tanto, la adquisición, el desarrollo y el perfeccionamiento de todos los órganos, de todas las facultades que pueden mejorar su situación, asegurar y aumentar su felicidad. No hay, pues, más que seguir las leyes de su propia naturaleza, las leyes fisiológicas, las leyes socio- Iógicas que determinan los medios y las condiciones más favorables a la evolución armónica y progresiva de su organización, de sus facultades fisicas, intelectuales y morales, a la realización, no nos cansaremos de repetirlo, de la mayor suma de bienestar posible.

¿ Pero qué se ha hecho? En cuanto el hombre pasó aquel tiempo en que se criaba como un simple mamifero, se creó poco a poco una multitud de entidades : Dios, el presente más funesto que podía hacerse, unavida futura, almas, manes y otrās quimeras que hacían de la persona humana una especie de monstruosidad, un compuesto de dos substancias contrarias, inconciliables, de las cuales la una dice sí cuando la otra dice no. Esas entidades, a pesar del progreso de las artes, de las ciencias y de la industria han extraviado siempre al pedagogo sobre el arte de criar los niños.

Algunos filósofos habían negado la realidad de tales fantasmas, el hombre iba a retrotraerse a su vida normal, cuando Malherbe, no, el Cristo vino y enseñó la abnegación, la humillación, el suft imiento, el envilecimiento, el anodadamiento en este mundo para ganar el otro. Desde entonces la naturaleza humana fué considerada como totalmente pervertida, y este sér doble llegó a ser más incomprensible aún: fué a la vez ángel y animal, libre y predestinado, definido e indefinido, es decir, un sér que únicamente la teología sabía crear, procrear, volver a crear, enseñar, disciplinar, regentar, aconsejar, confesar y sobre todo azotar de todas maneras. De esas dos substancias, una, la material, la substancia extendida de Belise, el andrajo querido de Chrysale, nacida para el mal, siempre culpable, no pudiendo dar un paso sin pecar, debía ser castigada, dominada, mortificada, martirizada para conservar inocente, para fortificar, glorificar y santificar la substancia espiritual que podía asi, según ciertos casuistas lógicos, deleitarse, casta y pura, en un cielo inmaculado, inientras que su hermana la corporal se cebaba en la satisfacción grosera de «sucios ddeseos ».

Así es como la teología hizo al hombre lo que éste había hecho al buey, le castró e hizo de él una presa fácil para el sacerdote y para el tirano.

Esa concepción de un sér en quien la religiosidad era la característica, en quien la religión era el principio y el fin, que había sido condenado a una vida de expiación por el trabajo, las miserias, los tormentos y la sumisión más absoluta al amo; esa concepción extraña e impertinente habia necesariamente de hacer que se considerará la privación, la aflicción, el dolor, el suplicio y el tormento como los mejores medios de perfeccionamiento. De ese modo la educación llegó a ser sinónimo de castigo, la disciplina fué el nombre común de la dirección moral y del instrumento de cordelillos que manejaba Tartufo. Las reglas de la gramática como las de la conducta se aprendían a correazos. Un solo método de enseñanza, la férula; un solo medio de corrección, el vergajo.

He ahí el fondo y el subfondo de la educación cristiana.

Un poco de catecismo, algunos ejercicios religiosos y unas oraciones completaban la enseñanza.

En cuanto a la inteligencia, en cuanto a las ciencias anas fueron declaradas atributos y obras del diablo, y, por tanto, proscriptas. Después se les ha concedido algún lugar en la educación por imposición de las « exigencias del siglo ». Hoy todavía el cristiano no toca esas cosas sino con pinzas, con el acompañamiento de ese correctivo y purgante, la religión. Todavía se grita contra «la escuela sin Dios ».

Como «la substancia extendida» es también la substancia sensible, ha acabado por rebelarse contra el vergajo, y en nuestros días se ha penetrado en las escuelas frailunas para encontrar niños con las orejas desgarradas, con las posaderas abrasadas o, como en' Tívoli, escolares que han recibido la percusión del vergajo alabándose de haberlo pedido. No hablaré de la pedagogía inglesa que antes elogiaba el vapuleo al desnudo » y declaraba que el mejor medio de hacer una esposa completa consistía en azotar a las muchachas desde los cinco a los dieciocho años». Tampoco diré nada de los ingleses que quieren conservar aquellos usos, ni de ciertos pedantes alemanes que todavía disertan sobre los méritos de la paliza.

También se ha rebelado la inteligencia contra esa educación espiritual », que estropeaba el espíritu, según la expresión de Guy-Patin, y que consistía esencialmente en el arte de recargar la memoria, de comentar los autores para hacer decir lo que jamás habían pensado, de argumentar sin fin sobre necesidades y absurdos.

Es decir, que, gracias al progreso de las ideas, a las modificaciones y reformas introducidas en la educación, que sufre las mismas fluctuaciones y pasa por las mismas fases que la civilización, de la cual es uno de los principales factores, ya no queda traza de aquella pedagogía bárbara, antinatural e inhumana, que hacía a Gargantua etan fatuo, necio e ignorante», que «endurecía a la vergüenza y al castigos, como dice Montaigne, y que la Revolución metió en un mismo saco; sí bien que la religión salió después algo desplumada, pero todavía vigorosa y sobre todo más astuta, y la antigua pedagogia, que galvanizó la Universidad imperial, me parece que aun muestra un poco la punta de la oreja o de la cola.

Admito que no pueda ya decirse de la enseñanza pública : « Más valdría no aprender nada que aprender tales libros bajo la dirección de tales preceptores». ocurre la duda de si vive aún la escolástica, la metafisica la vieja rutina universitaria. Cuando se ve de y qué manera gobiernan, legiferan y administran « las clases directoras », salidas de la Universidad, hay motivo para pensar que su mentalidad ha sido falseada, o a lo menos no ha sido dirigida como recomendaban pedagogos como Rabelais, Čondillac, Diderot, Lakanal, etc.

Y no hablo de los alumnos nutridos y repletos de Syllabus y que ciertamente no depositan ese vade mecum a la puerta cuando entran en el colegio militar, ni cuando se les conffa el mando de los ejércitos o la dirección de las administraciones.

Cuando nos dejamos aún guiar tan fácilmente por las palabras : cuando aceptamos como argumentos irrefutables y hechos demostrados las ideas admitidas, los lugares comunes, las viejas fórmulas, las entidades; cuando el gobierno personal nos encuentra tan mansos; cuando permanecemos descubiertos ante la autoridad abusiva; cuando toda idea nueva nos halla todavía tan tímidos... no es permitido creer que la educación pública no ha repudiado enteramente todavía la sucesión de su vieja hermana sobre la sumisión servil, el respeto ciego, la represión de toda iniciativa y atrevimiento, la importancia del vocablo y del mito, la negligencia del hecho y de la realidad? Se ha dado ligeramente un gran paso declarando la instrucción primaria gratuita, obligatoria y laica, cerrando al cura la puerta de la escuela, creando colegios y liceos de niñas y señoritas...

Pero nadie ignora que se pueden enseñar muchos errores y tonterías de un modo gratuito, obligatorio y laico. Los programas, hasta los más cargados, no son suficiente garantía. Se puede ser instruído y tener una mentalidad falsa, y así se han visto asambleas compuestas de bachilleres y doctores que adoraban a un bandido coronado y causaban la desgracia del pas. El error es peor que la ignorancia, y ésta es invencible cuando ha costado mucho tiempo y muchas penas confirmarse en ella. Hay, pues, instrucción buena e instrucción falsa. Es evidente que el niño tiene derecho a la instrucción, que ese derecho impone un deber público; de donde resulta gratuidad y obligación; pero la obligación tiene consecuencias que han de aceptarse. Las semi-resoluciones votadas son insuficientes, no remedian nada. Si el padre no puede alimentar, albergar ni vestir su hijo, dónde hallará éste comida, casa y vestido ? Porque no hay término medio: o decís como Rabaud Saint-Etienne que los hijos, desde antes de nacer pertenecen a la patria no riáis, pensáis como él, puesto que castigáis el aborto voluntario -, y entonces pediréis con Lepelletier Saint-Fargeau, que todos los niños, sin distinción ui excepción, sean criados en común, alimentados, albergados, etc., a expensas de la República: u organizaréis un estado social que permita a todo hombre ganar su vida y la de su familia de modo que no necesite el trabajo de sus hijos. Fuera de ahí no veo más que contradicción e injusticia.

En cuanto a la laicidad, no consiste solamente en la exclusión del «santo hábito» o en la prohibición de un catecismo confesional. La instrucción será religiosa en tanto que hable del Sér Supremo, del Creador, de la Providencia, de la vida futura, de las causas finales, de la conciencia innata, del libre albedrío, de los castigos y de los premios de ultra-tumba y otras abstracciones quintaesenciadas de la supuesta religión natural. Podrá caer en ese vago sentimentalismo, en esa llorona sensiblería de Rousseau, de Basedow, de Pestalozzi y de Frebel, que es más tenaz que la fe en la Virgen de Lourdes, pero no será científica ni laica.

«Respetar la conciencia del niño antes que sea hecha, es una frase vacía de sentido, y si está hecha, « no turbarla » es una utopía a menos de no enseñar más que a danzar, como M. de la Jeannotiere, y ni así tampoco. «I,a escuela neutra» es un sueño; la moral se invoca y se aplica continuamente en ella. Existe acaso una moral neutra, que convenga a la vez a Voltaire y a san Ignacio? La escuela laica es la escuela materialista. No puede ser otra.

Hoy, que el estudio del hombre es más profundo y más científico, la prehistoria y la etnografia nos dan conocimiento exacto de la infancia de la humanidad que aclara la del individuo; la historia, mejor comprendida, que permite trazar, de los progresos de la inteligencia humana, un cuadro extenso y metódico revelador del verdadero sistema de enseñanza; la fisiología cerebral, que destrona y reemplaza la psicología llamada ciencia del alma; la antropología, que precisa de una manera rigurosa el lugar del hombre en la naturaleza, y su evolución fisica, intelectual y moral a través del tiempo y del espacio, según los medios y las razas, toda la ciencia, en una palabra, cuyos descubrimientos confirman cada vez más la teoría transformista y materialista, exige que la pedagogia nueva se desprenda completamente de la fraseología sentimental de que todavía se abusa en la escuela y repudia los compromisos con las preocupaciones religiosas, morales o de otro género, y se funda toda entera, como ya hemos dicho, sobre la historia natural del hombre.

G. de Mortillet
(Diccionario de las ciencias antropológicas)