La escuela moderna/Apéndice/Una Carta de Kropotkine
Una Carta de Kropotkine
Querido compañero y amigo:
Veo con placer que lanza usted a la publicidad L'Ecole Rénovée, y siento no poder dedicar a esta publicación todo el apoyo que deseo prestarle.
Todo está por hacer en la escuela actual. Ante todo la educación propiamente dicha: es decir, la formación del sér moral, o sea el individuo activo, lleno de iniciativa, emprendedor, valiente, libre de esa timidez del pensamiento que caracteriza al hombre educado en nuestra época,— y al mismo tiempo sociable, igualitario, de instinto comunista, y capaz de sentir su unidad con todos los hombres del universo entero, y, por tanto, despojado de las preocupaciones religiosas, estrictamente individualistas, autoritarias, etc., que nos inculca la escuela.
En todo esto, no hay duda que la obra de la escuela más perfecta será díficultada siempre; mientras la familia y la sociedad obren en direcciones opuestas; pero la escuela ha de reaccionar contra esos dos factores. Y puede hacerlo, por la influencia personal de los que enseñan y por el modo de enseñar.
Para esto se necesita evidentemente crear poco a poco nuevas exposiciones de todas las ciencias: concretas, en lugar de los tratados metafisicos actuales, societarios, bra, « populistas », hechos desde el punto de vista del pueblo, en lugar del punto de vista de las clases acomodadas, que domina en toda la ciencia actual todo en los libros de enseñanza.
Respecto de la historia y de la economía social, es evidente, nadie lo duda. Pero lo mismo sucede respecto de todas las ciencias: la biologia, la fisiología de los seres vivientes en general, la psicología y hasta respecto de las ciencias físicas y matemáticas. Tómese, por ejemplo, la astronomía: iqué diferencia cuando se enseña desde el punto de vista geocéntrico, de la que resulta concebida y enseñada desde el heliocéntrico, y de lo que será enseñada desde el punto de vista de los infinitamente pequeños que recorren los espacios, cuyos choques en números infinitos producen a la larga las harmonias celestes! O bien tómense las matemáticas cuando se enseñan como simples deducciones lógicas de signos que han perdido su sentido original y no son más que signos tratados como entidades, y cuando se enseñan como expresiones simplificadas de hechos que son la vida infinita e infinitamente variada de la misma naturaleza. Jamás olvidaré la manera con que nuestro gran matemático Tchebycheff nos enseñaba en la Universidad de San Petersburgo el cálculo integral. Sus integrales, cuando al escribir los signos convenidos decía: «Si tomamos, en tales límites, la suma de todas las variaciones infinitamente pequeñas que pueden sufrir las tres dimensiones de tal cuerpo fisico, bajo la influencia de tales fuerzas », - signos vivos de cosas vivas en la naturaleza; mientras que para otros profesores esos mismos signos eran materia muerta, metafísica y carecían de todo sentido real.
Ahora bien, la enseñanza de todas las ciencias, - « asocianistas », permitaseme la pala- — en lugar de individualistas; y de los tratados y sobre cuando hablaba así sus integrales eran desde las más abstractas hasta las ciencias sociológicas y económicas y la psicología fisiológica del individuo y de las multítudes exige ser reconstruída para ponerse al nivel de lo que impone ya la misma ciencia actual.
Las ciencias han progresado de una manera inmensa durante el último medio siglo, pero la enseñanza de esas ciencias no ha seguido el mismo desarrollo.
Ha de marchar al mismo paso, y esto, de una parte para que la instrucción no sea un obstáculo al desarroflo del individuo, y también porque el ciclo de la instrucción necesaria en este momento se ha ensanchado de tal modo, que con el esfuerzo de todos es preciso elaborar los métodos que permitan la economia de las fuerzas y de tiempo necesarios para conseguirla en la actualidad. En otro tiempo, los que se dedicaban a una carrera de cura, de sabio o de gobernante, eran los que estudiaban, y no reparaban en emplear en sus estudios diez o quince años. Ahora todo el mundo quiere estudiar, desea saber, y el productor de las riquezas, el obrero, es el primero que lo exige para sí.
Pues sí: puede estudiar, debe saber.
No debe quedar un solo sér humano a quien el saber no el semi-saber superficial, sino el verdadero saber, - se le niegue por falta de tiempo.
Hoy, gracias a los progresos inauditos del siglo xIx, podemos producir todo, todo lo necesario para asegurar el bienestar a todos. Y al mismo tiempo podemos dar a todos el goce del verdadero saber.
Mas para esto han de reformarse los métodos de enseñanza.
En nuestra escuela actual, formada para hacer la aristocracia del saber, y dirigida hasta el presente por esa aristocracia bajo la vigilancia de los clérigos, el derroche del tiempo es colosal, absurdo. En las escuelas secundarias inglesas, al tiempo reservado para la enseñanza de las matemáticas se le cargan dos años para los ejercios sobre la transformación de las yards, perches, poles, miles, bushels y otras medidas inglesas.
En todas partes la historia en la escuela es tiempo absolutamente perdido para aprender nombres, leyes incomprensibles para los niños, guerras, mentiras convencionales... Y en cada ramo, el derroche del tiempo alcanza proporciones vergonzosas.
En último término habrá que recurrir a la ense- Aanza integral ; a la enseñanza que por el ejercicio de la mano solre la madera, la piedra y los metales habla al cerebro y le ayuda a desarrollarse. Se llegará a enseñar a todos el fundamento de todos los oficios lo mismo que de todas las máquinas, trabajando (según ciertos sistemas, ya elaborados), sobre el banco y el tornillo, modelando la materia bruta, haciendo por sí mismo las partes fundamentales de todas las cosas y máquinas, lo mismo que las máquinas sencillas y las transmisiones de la fuerza a que se reducen todas las máquinas.
Se deberá llegar a la integración del trabajo manual con el trabajo cerebral que predicaban ya el obrero y La Internacional, y que se realiza ya en algunas escuelas, sobre todo en los Estados Unidos, y entonces se verá la inmensa economía de tiempo que se realizará con los jóvenes cerebros, desarrollados a la vez por el trabajo de la mano y el del pensamiento. De ese modo, en cuanto se piense seriamente en ello, se hallará el medio de economizar el tiempo en toda la enseñanza.
El campo de cultivo en la enseñanza es tan extenso, que se necesita el concurso de todas las inteligencias libres de las brumas del pasado e inclinadas hacia el porvenir, todos hallarán en él una inmensa tarea que realizar.
Mis más vehementes deseos de éxito a L'Ecole Renovée.
Saludo fraternal.
PEDRO KROPOTKINE