Alto y soberano Dios,
que del rebelde gitano
y de la robusta mano
que quiso oponerse a vos,
sacastes el pueblo vuestro
libre de tanto rigor,
mostrando poder y amor
al bien y remedio nuestro:
vos, por quien iba seguro
por tanta mar desigual,
en canceles de cristal
que le sirvieron de muro:
vos, que en áspero desierto
el blanco maná le distes,
con que la campaña hicistes
de nieve del cielo puerto;
vos que le distes victorias,
donde para siempre están
en las piedras del Jordán
los libros de sus memorias,
y vos que, para castigo
de sus idólatras pechos,
habéis postrado sus hechos
a los pies de su enemigo,
y humillado a cautiverio
las cervices levantadas,
que con heroicas espadas
ganaron tan grande imperio,
¿cuándo os habéis de doler
de aquellos mismos que amastes,
pues a todos obligastes
a sufrir y a padecer?
¿Cuándo volverá, señor,
vuestro pueblo a libertad?
¿Cuándo a la santa ciudad,
a vuestra gloria y honor?
¿Cuándo a vuestro sacro templo
y al alcázar de Sión,
para dar desta prisión
a la sucesión ejemplo?
Doleos, señor, de mí,
aunque la mínima soy
del cautiverio en que estoy.
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