Fuese por arrogante
aquella fiera, vuestro dueño y mío;
quedé como el amante
que a la ribera del ardiente río
templó la infernal ira
sobre los trastes de su dulce lira.
Naciendo en pobre aldea,
a ser reina se fue, ¡qué gran locura!
Mas ¿quién habrá que sea
cuerda, si su gracia y hermosura
la alaba el que suspira,
o la engaña la fuente en que se mira?
Partióse, y del ganado
olvidada, se opuso a la corona,
que el cetro y el arado,
la que ni al Rey ni al labrador perdona,
solo juntar solía;
mas quiérela imitar la ingrata mía. (Entre SIRENA.)
SIRENA:
Por estos hermosos valles,
si es bien amor que te acuerdes,
donde estos álamos verdes
eran toldos de sus calles;
por las márgenes nevadas
desta fuentecilla fría,
llevar Selvagio solía
sus ovejuelas peinadas:
¡Oh, hele allí! Dulce ausente
de estos ojos, ¿podré darte
el parabién de abrazarte
con la risa desta fuente?
¿Podré colgar de tu cuello
esta memoria por joya?