Tu perdón no solicito;
antes, te pido me des
una y muchas muertes, pues
tan firme me considero
en el afecto primero,
que estimo el rigor, que ya
lo que padezca será
testigo de lo que quiero.
El Rey, Semíramis bella,
porque te adoro, se ofende.
¿Qué prende en mí, si no prende
también conmigo a mi estrella?
¿Ella no me influye? ¿Ella
no es astro del Cielo? Sí.
¿Pues qué importará que aquí
prisión den a mi pasión,
si también en mi prisión
sabrá mi estrella de mí?
¿Y qué es estar preso? Muerto,
tengo de estarte adorando;
que si las estrellas, cuando
luz recibieron, es cierto
crían su influjo, hoy advierto
que antes de llegar yo a ellas,
si quisieron las estrellas,
mi amor, que en ellas está
después y antes, durará
todo lo que duren ellas.