entró, mirándole el campo,
el Rey, tu esposo, en la tienda
del emperador Rodulfo
por una cortina y puerta,
donde al tiempo que tocaron
chirimías y trompetas
y los mosquetes disparan
la salitrada materia,
cayó la tienda en el suelo...
viéndose Rodulfo en ella,
en la mano izquierda un mundo
y un blanco estoque en la diestra,
en una silla imperial
y armado de todas piezas,
y a sus pies el rey Otón,
...................................
donde, a vista de su campo,
por traición o estratagema,
con los vergonzosos labios
la mano a Rodulfo besa.
Las palabras que pasaron
este las diga y refiera,
que para pasar de aquí
se me ha trabado la lengua.
ETELFRIDA:
¡Oh, infame rey! ¿Es posible
que eres mi marido?
ATAÚLFO:
Advierte
que no muestras desa suerte
tu corazón invencible.
Esto es hecho: si le quieres
y le quieres consolar,
has de callar.