¡Menos feroz...!
¿No ves que daré una voz
y iréis huyendo de mí?
Pero espera, que ya bajo...
OTÓN:
Infamia fue la desdicha:
¿soy algún hombre, por dicha,
que vivo de mi trabajo?
¡Qué ha de mandarme ninguno!
¡Reñir e infamar mi nombre!
¿Mi mujer con fieros de hombre?
Las puertas quiero romper.
DORICLEO:
Considera, gran señor,
que si vinieras vencido
la Reina hubiera tenido
de tu desdicha dolor,
pero, rendido sin guerra,
¿qué mucho que le lastime?
OTÓN:
La desdicha que me oprime
también me alcanza en mi tierra:
ya todos sois contra mí.
DORICLEO:
No, señor, pero alabamos
la resistencia que hallamos
en la Reina contra ti.
¿Qué romana o macedonia
a tu Etelfrida igualó,
ni la asiria que fundó
los muros de Babilonia?
Mira, señor, que a su nombre
debes alabanza eterna,
que aquí ni mujer gobierna
ni tú dejas de ser hombre
sino que se ve un ejemplo
de una mujer valerosa.