La lucha por la vida II: 056
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La lucha por la vida II Segunda parte | Pío Baroja |
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-¿Yo? Salvadora.
-¿Quieres venir a vivir conmigo con tu chico?
-Sí -contestó sin vacilar la niña.
-Bueno, pues vamos, levántate. La Fea se va a poner muy contenta
-dijo Jesús, como para dar una explicación de su rasgo-. Si no, la van a separar de su crío, y es una barbaridad.
La chica cogió al chico en brazos y acompañó a Jesús. La Fea recibió a los dos abandonados con gran entusiasmo. Manuel no presenció la escena, porque en el pasillo le detuvo un muchacho joven.
-¿No me conoces? -le preguntó, encarándose con él.
-Sí, hombre... El Aristón.
-El mismo.
-¿Vives aquí?
-Ahí, en el corral.
El corral era uno de los patios del parador, y daba a ese infecto Rastro que va desde la ronda a la Fábrica del Gas. El Aristón seguía con su necromanía; no le habló a Manuel más que de muertos, entierros y cosas fúnebres.
Le dijo que iba a los camposantos los domingos; pues él consideraba como un deber el cumplir esa obra de misericordia que manda enterrar a los muertos.
En el curso de la conversación, el necrómano insinuó la idea de que si el rey se muriera se le haría un entierro admirable; pero que, a pesar de esto, él se figuraba que el entierro del Papa sería más suntuoso.
Cruzaron el necrómano y Manuel varios pasillos.
-¿Adónde me llevas? -le preguntó Manuel.
-Si quieres venir, verás un muerto.
-¿Y qué vas a hacer junto a ese muerto?
-Voy a velarle y a rezar por él -dijo el Aristón.
En un cuartucho, iluminado por dos velas, puestas en dos botellas, había un hombre muerto, tendido en un jergón...
De lejos llegaba el rumor de panderetas y de cánticos; de cuando en cuando una voz chillona, de vieja borracha, cantaba a voz en grito:
Ande, ande, ande
la marimorena;
ande, ande, ande,
que es la Nochebuena.
En el cuarto del muerto, en aquel instante, no había nadie.