La lucha por la vida II: 111
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La lucha por la vida II Tercera parte | Pío Baroja |
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Salieron los dos por la calle del Barquillo a la de Alcalá.
«No me vuelven a coger», pensó Manuel; pero luego se le ocurrió que tan tupida y espesa era la trama de las leyes, que resultaba muy difícil no tropezar con ella aunque se anduviese con mucho tiento.
-Y no me ha dicho usted todavía por quién me dejan libre -exclamó Manuel.
-¿Por quién te han puesto libre? Por mí -contestó Garro. Manuel no contestó.
-Y ahora, ¿adónde vamos? -preguntó.
-Al Campillo del Mundo Nuevo.
-Entonces tenemos camino largo.
-En la Puerta del Sol tomaremos el tranvía de la Fuentecilla.
Efectivamente, así lo hicieron. Bajaron en el sitio indicado y tomaron por la calle de la Arganzuela. Al final de esta calle, a mano derecha, ya en la plaza que constituye el Campillo del Mundo Nuevo, se detuvieron. Pasaron por un largo corredor a un patio ancho con galerías. En la primera puerta abierta entró el Garro y preguntó con voz autoritaria:
-¿Vive aquí un cabo del Orden que se llama Ortiz?
Del fondo de un rincón oscuro, en donde trabajaban dos hombres cerca de un hornillo, contestó uno de ellos:
-¿A mí qué me cuenta usted? Pregúnteselo usted al portero.
Los dos hombres estaban haciendo barquillos. Tomaban de una caldera, llena de una masa blanca como engrudo, una cucharada y la echaban en unas planchas que se cerraban como tenazas. Después de cerradas las ponían al fuego, las calentaban por un lado y por otro, las abrían y en una de las planchas aparecía el barquillo, como una oblea redonda. El hombre, rápidamente, con los dedos, lo arrollaba y lo colocaba en una caja.
-¿De manera que no saben ustedes si vive o no aquí Ortiz? -preguntó de nuevo el Garro.
-Ortiz -dijo una voz del fondo negro, en donde no se veía nada-. Sí, aquí vive. Es el administrador.
Manuel entrevió en el agujero negro dos hombres tendidos en el suelo.
-Pues si es el administrador -dijo el que trabajaba-, hace un momento estaba en el patio.
Salieron el Garro y Manuel al patio y el agente vio al guardia en la galería del piso primero.
-¡Eh, Ortiz! -le gritó.
-¿Qué hay? ¿Quién me llama?
-Soy yo, Garro.
Bajó el guardia con rapidez, y apareció en el patio.
-¡Hola, señor Garro! ¿Qué le trae a usted por aquí?
-Este muchacho es el primo de ese que han matado en el puente del Sotillo; conoce al agresor, que es un randa conocido por el Bizco.
-¿Quieres encargarte de la captura?
-Hombre... Si me lo mandan...
-No; la cuestión es si tienes tiempo y quieres hacerlo. Yo llevo una carta aquí del juez para tu coronel, pidiéndole que te encargues tú de la captura. Ahora, si no tienes tiempo, dilo.
-Tiempo hay de sobra.
-Entonces, ahora voy a dejar la carta a tu coronel.
-Bueno. ¿Habrá alguna propinilla, eh?
-Descuida. Aquí está el chico; no le sueltes, que te acompañe.