La lucha por la vida III: 014
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La lucha por la vida III Primera parte | Pío Baroja |
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Hablaba el electricista con Manuel, pero no dejaba de contemplar a la Salvadora con una mirada humilde llena de entusiasmo. En esto, apareció en el cristal de la ventana una cabeza que estuvo largo rato mirando hacia adentro.
-¿Quién es ese fisgón? -preguntó Rebolledo.
Manuel se asomó a la ventana. Era un joven vestido de negro, delgado, pálido, con sombrero puntiagudo y el pelo largo. El joven retrocedió hasta el medio de la calle para mirar la casa.
-Parece que anda buscando algo -dijo Manuel.
-¿Quién es? -preguntó la Salvadora.
-Un tipo raro, con melena, que anda por ahí mojándose -contestó Perico.
La Salvadora se levantó para verle.
-Será algún pintor -dijo.
-Mal tiempo ha escogido para salir a pintar -repuso el señor Canuto.
El joven, después de mirar y remirar la casa, se decidió a meterse en el portal.
-Vamos a ver lo que quiere -murmuró Manuel; y, abriendo la puerta del cuarto, salió al zaguán, en donde estaba el joven de las melenas, seguido de un perro negro de lanas finas y largas.
-¿Vive aquí Manuel Alcázar? -preguntó el joven de las melenas, con ligero acento extranjero.
-¡Manuel Alcázar! ¡Soy yo!
-¿Tú?... Es verdad... ¿No me conoces? Soy Juan.
-¿Qué Juan?
Juan... tu hermano.
-¿Tú eres Juan? ¿Pero de dónde vienes? ¿De dónde has salido?
-Vengo de París, chico; pero, déjame que te vea -y Juan llevó a Manuel hasta la calle-. Sí, ahora te reconozco -le dijo, y le abrazó, echándole los brazos al cuello-; pero, ¡cómo has variado! ¡Qué distinto estás!
-Tú, en cambio, estás igual, y hace ya quince años que no nos hemos visto.
-¿Y las hermanas?
-Una vive conmigo. Anda, sube a casa.
Manuel, azorado con la llegada imprevista de su hermano, le acompañó hasta el piso principal.
Rebolledo, el señor Canuto y los demás, desde la puerta del taller, presenciaron la entrevista con el mayor asombro.