Si sospechoso os dejé,
aunque no tendréis razón,
yo os daré satisfación.
ARNALDO:
Leed la carta.
LAURA:
Sí haré. [Lee.] «Bien sé que no hay en el mundo quien merezca el divino valor de la princesa Laura, mas suplico a vuestra majestad no pierda por vecino lo que otros pretenden ganar por estranjeros, mi embajador lleva poder para efetuar los capítulos que ofrezco. Guarde Dios a vuestra majestad.Federico, príncipe de Transilvania.»
ARNALDO:
¿Qué dice?
LAURA:
Que no habéis sido
quien mi casamiento trata.
ARNALDO:
De que a tantos seáis ingrata,
estoy, hermana, ofendido.
A mí me es fuerza casaros.
Sabe Dios si hacer quisiera
un hombre tal que pudiera
alabarse de igualaros.
Pero, pues no puede ser,
imaginad que es querer
darle un imposible nombre,
porque al imperio del hombre
se ha de rendir la mujer.