Las inquietudes de Shanti Andía: 122
Libro sexto - La Shele
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Las inquietudes de Shanti Andía - Libro sexto | Pío Baroja |
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Unos días después de mi matrimonio, el médico viejo me encontró en la calle y me dijo con grandes extremos que fuera a su casa. Me tenía que hablar. Fui después de comer; pasamos a un despacho con armarios, que tenía en las paredes unas láminas anatómicas bastante desagradables; el doctor me hizo sentarme en una poltrona y me dijo:
-Sabrás que se marchó Machín.
-Sí, ya lo sé.
-¿Sabes a qué se debe el cambio que hizo con relación a tu novia y a ti?
-No.
-Pues a lo que le conté el mismo día que fuimos a verle, en este despacho. Estaba ahí sentado, donde tú estás. Al principio me oía irónicamente, con aquella sonrisa dolorosa que le caracteriza; pero cuando le conté lo que te voy a contar a ti se transformó. Lloraba como un chico. No creía que tuviera el corazón tan blando. Yo mismo me conmoví.
-¿Y a qué se refiere lo que me va usted a contar?
—Se refiere al padre y a la madre de Machín.
-¿Los ha conocido usted?
-Sí.
-¿A los dos?
-A los dos.
El médico empezó así:
-Hace ya más de cuarenta años acababa yo de venir de Régil, en donde estuve dos añós de médico. En aquella época Lúzaro no era como ahora; había cuatro o cinco familias que mandaban, y entre ellas la de Aguirre y la de Andonaegui eran de las más principales e influyentes.
Siendo médico aquí, había que estar bien con ellas, so pena de perecer y no tener una visita.
Yo iba con mucha frecuencia a casa de tu abuela, que por entonces se había quedado viuda.
Tu abuela tenía en casa una muchacha que era ahijada suya, y a quien llamábamos la Shele. Yo bromeaba mucho con ella cuando iba a tomar café a Aguirreche.
-¿Qué hay, Shele? -la decía.
-Nada, señor médico.