Las mil y una noches:0903

De Wikisource, la biblioteca libre.
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Las mil y una noches - Tomo VI​ de Anónimo
Capítulo 0903: algunas tonterías y teorías del maestro de las divisas y de las risas

ALGUNAS TONTERÍAS Y TEORÍAS DEL MAESTRO DE LAS DIVISAS Y DE LAS RISAS[editar]

En los anales de los antiguos y en los libros de los sabios se cuenta, y se nos ha transmitido por la tradición, ¡oh rey del tiempo! que en la ciudad de El Cairo, residencia del buen humor y de la gracia, había un hombre de apariencia estúpida que, bajo su aspecto de bufón extravagante, ocultaba un fondo sin igual de listeza, de sagacidad, de inteligencia y de cordura, a más de ser indudablemente el hombre más divertido, más instruido y más ingenioso de su tiempo. Tenía por nombre Goha, y por oficio ninguno en absoluto, aunque circunstancialmente ejercía el cargo de predicador en las mezquitas.

Un día le dijeron sus amigos: "¡Oh Goha! ¿no te da vergüenza pasarte la vida sin hacer nada, y no usar tus manos, con sus diez dedos, más que para llevártelas llenas a la boca? ¿Y no piensas que ya es hora de que ceses en tu vida de holgazanería y te amoldes al modo de ser de todo el mundo?". Y he aquí que él no contestó nada. Pero un día atrapó una cigüeña grande y hermosa, dotada de alas magníficas, que la hacían volar muy alto por el cielo, y de un pico maravilloso, terror de los pájaros, y de dos tallos de lirio por patas. Y cuando la cogió, subió con ella a su terraza, en presencia de los que le habían hecho reproches, y con un cuchillo le cortó las magníficas plumas de las alas, y el largo pico maravilloso, y las encantadoras patas tan finas, y empujándola con el pie hacia el vacío, le dijo: "¡Vuela, vuela!". Y sus amigos le gritaron, escandalizados: "Alah te maldiga, ¡oh Goha! ¿A qué viene esa locura?". Y les respondió él: "Esta cigüeña me molestaba y pesaba sobre mi vista porque no era como los demás pájaros. Pero ahora le he hecho semejante a todo el mundo".

Y otro día dijo a los que le rodeaban: "¡Oh musulmanes, y vosotros, cuantos estáis aquí presentes! ¿sabéis por qué Alah el Altísimo, el Generoso (¡glorificado y venerado sea!) no dió alas al camello y al elefante?". Y los demás se echaron a reír, y contestaron: "No, por Alah, que no lo sabemos, ¡oh Goha! Pero tú, a quien nada se oculta de las ciencias y de los misterios, dínoslo pronto para que nos instruyamos". Y Goha les dijo: "Voy a decíroslo. Porque si el camello y el elefante tuvieran alas, cagarían con todo su peso sobre las flores de vuestros jardines y las aplastarían".

-Y otro día, un amigo de Goha fué a llamar a su puerta y dijo: "¡Oh Goha! en nombre de la amistad, préstame tu burro, que le necesito para hacer con él un trayecto urgente". Y Goha, que no tenía gran confianza en aquel amigo, contestó: "Bien quisiera prestarte el burro, pero no está aquí, que le he vendido". Mas en aquel momento mismo empezó a rebuznar el burro desde la cuadra, y el hombre oyó a aquel burro que parecía no iba nunca a terminar de rebuznar, y dijo a Goha: "¡Pues si tienes ahí a tu burro!". Y Goha contestó con acento muy ofendido: "¡Vaya, por Alah! ¿conque ahora resulta que crees al burro y no me crees a mí? ¡Vete, que no quiero verte más!"

-Y otra vez, el vecino de Goha fué en busca suya para invitarle a una comida, diciéndole: "Ven ¡oh Goha! a comer en mi casa". Y Goha aceptó la invitación. Y cuando ambos estuvieron sentados ante la bandeja de manjares, les sirvieron una gallina. Y tras de intentar masticarla varias veces, acabó Goha por renunciar a tocar aquella gallina, que era una vieja entre las gallinas más viejas, y tenía la carne correosa; y se limitó a sorber un poco del caldo en que estaba cocida. Tras de lo cual se levantó, y cogiendo la gallina, la colocó en dirección a la Meca, y se dispuso a recitar sobre ella su plegaria. Y su huésped, enfadado, le dijo: "¿Qué vas a hacer, ¡oh descreído!, ¿Y desde cuándo los musulmanes recitan sus plegarias sobre las gallinas?". Y contestó Goha: "¡Oh tío! ¡qué ilusiones te haces! ¡Esta ave de corral, sobre la que voy a recitar mi plegaria, no es un ave de corral! ¡De ave de corral tiene solamente la apariencia, pues, en realidad, es una santa mujer vieja convertida en gallina, o acaso en venerable santón! ¡Porque la han puesto a la lumbre, y la lumbre la ha respetado!".

-Otra vez salió con una caravana, y las provisiones de boca eran exiguas, y el hambre de los caravaneros era considerable. Por lo que a Goha respecta, su estómago le requería tan insistentemente, que hubiera él devorado la ración de los camellos. El caso es que cuando, en la primer parada, se sentó todo el mundo para comer, Goha hizo gala de una reserva y de una discreción que maravillaron a sus compañeros. Y como le instaran para que cogiera el pan y el huevo duro que le correspondía, contestó: "¡No, por Alah! ¡comed vosotros y satisfaceos, que a mí me sería imposible comer un pan entero y y un huevo duro yo solo! Así, pues, tome cada uno de vosotros el pan y el huevo duro que le corresponde, y luego, si os parece bien, me daréis la mitad de cada pan y de cada huevo; porque no cabe más en mi estómago; que es delicado".

-Y en otra ocasión, fué a casa del carnicero y le dijo: "¡Hoy es día de fiesta en casa! Dame, pues, el mejor trozo que tengas de carne del carnero gordo". Y el carnicero apartó para él todo el solomillo del carnero, que tenía un peso considerable, y se lo entregó. Y, Goha llevó todo el solomillo a su mujer, diciéndole: "Haznos con este excelente solomillo filetes con cebollas. Y sazónalo bien a mi gusto". Luego salió a dar una vuelta por el zoco.

Y he aquí que la esposa se aprovechó de la ausencia de Goha para asar a toda prisa el solomillo de carnero y comérselo con su hermano, sin dejar nada. Y cuando volvió Goha, sintió el apetitoso tufillo de los filetes asados, y se le dilataron las narices, y se le conmovió el estómago. Pero, cuando estuvo sentado ante la bandeja, su mujer le llevó por toda comida un pedazo de queso griego y un pan duro. En cuanto al kabab, ni rastro de él había. Y Goha, que no había hecho más que pensar en aquel kabab, dijo a su mujer: "¡Oh hija del tío! ¿y el kabab? ¿Cuándo vas a servírmelo?". Y ella contestó: "¡La misericordia de Alah sobre ti y sobre el kabab! Lo ha devorado el gato mientras yo estaba en el retrete". Y Goha, sin decir palabra, se levantó y cogió al gato y le pesó en la balanza de la cocina. Y observó que pesaba bastante menos que el solomillo de carnero que había llevado él. Y se encaró con su esposa, y le dijo: "¡Oh hija de perros! ¡oh desvergonzada! Si este gato que tengo se ha comido la carne, ¿dónde está el peso del gato? Y si lo que tengo es sólo el gato, ¿dónde está la carne?".

-Y otro día, estando su esposa ocupada en la cocina, le entregó al niño de pecho, hijo suyo, que tenía tres meses, y le dijo: "¡Oh padre de Abdalah! ten al niño y mécele, mientras estoy junto al fogón. Luego te le cogeré". Y Goha accedió a quedarse con el niño, aunque aquello no le agradaba mucho. Y en aquel preciso momento sintió el niño ganas de mear, y empezó a mearse en el caftán nuevo de su padre. Y Goha, en el límite de la contrariedad, se apresuró a dejar en el suelo al niño; y presa del furor, empezó a mearse en él, a su vez. Y al verle su esposa conducirse de aquel modo, acudió gritando: "¡Oh rostro de brea! ¿qué haces al niño?". Y él le contestó: "¿Estás ciega? ¿Pues no ves que me meo en él para no tratarle como a un hijo extraño? Porque, si hubiese sido hijo de un extraño quien se hubiese meado en mí, y no mi propio hijo, en verdad que hubiese vaciado mi interior sin duda alguna en su cara".

-Y una noche en que estaba reunido con sus amigos, le dijeron éstos: "¡Ya Si-Goha! puesto que estás tan instruido en las ciencias y tan versado en la astronomía, ¿puedes decirnos qué es la luna cuando pasa su último cuarto?", Y Goha contestó: "¿Qué os ha enseñado entonces el maestro de escuela, ¡oh compañeros!? ¡Por Alah! ¡pues cada vez que una luna está en su último cuarto, se la rompe para hacer de ella estrellas!".

-Y otro día, Goha fué en busca de un vecino suyo y le dijo: "El vecino se debe a su vecino. Préstame una marmita para cocer en casa una cabeza de carnero...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.