Las mil y una noches:0919

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Las mil y una noches - Tomo VI​ de Anónimo
Capítulo 0919: y cuando llego la 937ª noche

Y CUANDO LLEGO LA 937ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

... le mostró, uno tras de otro, los doce armarios con su contenido, que no podrían describir mil lenguas ni anotar mil registros. Y aquellos armarios fueron los que más tarde sirvieron de base a las riquezas de los Bani-Barmak y de los Bani-Abbas.

En cuanto a Al-Raschid, en su alegría por encontrar a su bienamada Obra Maestra de los Corazones, hizo decorar e iluminar Bagdad desde un río al otro río, y dió festejos espléndidos en los que no quedó olvidado ningún pobre. Y en el transcurso de estos festejos, Ishak Al-Nadim, a quien se encumbró más que nunca con honores y dignidades, cantó en público el canto que, por agradecimiento, no dejó de enseñarle Tohfa y que ella misma había aprendido de Eblis (¡Confundido sea!).

Y Al-Raschid y Obra Maestra de los Corazones no cesaron de vivir una vida deliciosa, con prosperidad y amor, hasta la llegada ineluctable de la Proveedora de tumbas.

"Y tal es ¡oh rey afortunado! -continuó Schehrazada- la historia de la joven Tohfa, Obra Maestra de los Corazones, lugartenienta de los pájaros".

Y el rey Schahriar se maravilló de este relato de Schehrazada hasta el límite de la maravilla, sobre todo de los poemas y cantos de las flores y las aves, y especialmente del canto de la Abubilla y del canto del Cuervo. Y pensó para su ánima: "¡Por Alah, que esta hija de mi visir ha sido para mí una bendición insigne! Y una persona de su mérito y de sus cualidades no merece la muerte. Es preciso, pues, antes de que decida definitivamente con respecto a ella, que reflexione algún tiempo todavía. ¡Y además, puede saber otras historias no menos admirables, y contármelas!" Y se sintió en un estado de exaltación como no lo había experimentado hasta entonces; de modo que no pudo por menos de estrechar de pronto a Schehrazada contra su corazón, y decirle: "Benditas sean las mujeres que se te parecen, ¡oh Schehrazada! Esa historia me ha conmovido en extremo con los cantos de flores y aves que contiene y con la gran enseñanza con que me han enriquecido esos poemas. Así, pues, ¡oh virtuosa y dilecta hija de mi visir! si aún tienes que contarme una o dos o tres o cuatro historias como esa, no vaciles en comenzar. ¡Porque esta noche me noto el alma apaciguada y refrescada con tus palabras, y el corazón conquistado por tu elocuencia!"

Y Schehrazada contestó: "No soy más que la esclava de mi amo el rey, y sus alabanzas están por encima de mis méritos. Pero, ya que lo deseas, me gustaría narrarte ciertos hechos relativos a mujeres, a capitanes de policía y a otras cosas parecidas, aunque tengo mucho miedo de que mis palabras ofendan a tu espíritu y a tu amor por la moral, pues serán un poco libres y atrevidas. Porque ¡oh rey del tiempo! el pueblo ignora generalmente el lenguaje discreto, y sus expresiones traspasan a veces los límites de las conveniencias. ¡Por tanto, si quieres que salte por encima de ellas, saltaré; pero, si quieres que me calle, me callaré!" Y dijo el rey Schahriar: "¡Claro que puedes hablar, Schehrazada! porque nada podrá asombrarme de parte de las mujeres, y sé que son semejantes a una costilla torcida; y es notorio que, cuando se quiere enderezar una costilla torcida, se la tuerce más; y si se insiste, se la rompe.

¡Habla, pues, sin reticencias, que la cordura no habita lejos de nosotros desde el día en que tuvo lugar la traición de la esposa maldita que sabes!" Y pronunciadas estas últimas palabras, el semblante del rey Schahriar se oscureció de repente, hundiéndose sus ojos, se fruncieron sus cejas, palideció su tez, y su estado se tornó en muy mal estado. Y todo esto sucedió sólo al recuerdo evocado de la antigua desventura. Así es que, al ver aquella mudanza que no anunciaba nada tranquilizador, la pequeña Doniazada tuvo cuidado de exclamar al punto: "¡Oh hermana mía! por favor, date prisa a contarnos lo que nos has anunciado respecto a los capitanes de policía y a las mujeres, y no temas nada por parte de este rey bien educado, que ya sabe que las mujeres son como las pedrerías, unas con manchas, taras y defectos, y otras puras, transparentes y a toda prueba. ¡Y mejor que tú y mejor que yo sabrá él hallar la diferencia y no confundir las joyas con los guijarros!"

Y Schehrazada dijo: "Verdad dices, ¡oh pequeña! ¡Así es que, de todo corazón amistoso, voy a contar a nuestro amo la HISTORIA DE AL-MALEK AL-ZAHER ROKN AL-DIN BAIBARS AL-BONDOKDARI Y DE SUS CAPITANES DE POLICÍA, y lo que les sucedió!"