Los intereses creados: Acto I, Cuadro primero, Escena III

De Wikisource, la biblioteca libre.
Los intereses creados
Acto I: Cuadro primero, Escena III
de Jacinto Benavente

ARLEQUÍN y el CAPITÁN que salen por la segunda izquierda.
ARLEQUÍN .-Vagando por los campos que rodean esta ciudad, lo mejor de ella sin duda alguna, creo que sin pensarlo hemos venido a dar frente a la hostería. ¡Animal de costumbre es el hombre! ¡Y dura costumbre la de alimentarse cada día!
CAPITÁN.- ¡La dulce música de vuestros versos me distrajo de mis pensamientos! ¡Amable privilegio de los poetas!
ARLEQUÍN .-¡Que no les impide carecer de todo! Con temor llego a la hostería. ¿Consentirán hoy en fiarnos? ¡Válgame vuestra espada!
CAPITÁN.-¿Mi espada? Mi espada de soldado, como vuestro plectro de poeta, nada valen en esta ciudad de mercaderes y de negociantes.. ¡Triste condición es la nuestra!
ARLEQUÍN.-Bien decís. No la sublime poesía, que sólo canta de nobles y elevados asuntos; ya ni sirve poner el ingenio a las plantas de los poderosos para elogiarlos o satirizarlos; alabanzas o diatribas no tienen valor para ellos; ni agradecen las unas ni temen ías otras. El propio Aretino hubiera muerto de hambre en estos tiempos.
CAPITÁN.-¿Y nosotros, decidme? Porque fuimos vencidos en las últimas guerras, más que por el enemigo poderoso, por esos indignos traficantes que nos gobiernan y nos enviaron a defender sus intereses sin fuerzas y sin entusiasmo, porque nadie combate con fe por lo que no estima; ellos, que no dieron uno de los suyos para soldado ni soltaron moneda sino a buen interés y a mejor cuenta, y apenas temieron verla perdida amenazaron con hacer causa con el enemigo, ahora nos culpan a nosotros y nos maltratan y nos menosprecian y quisieran ahorrarse la mísera soldada con que creen pagarnos, y de muy buena gana nos despedirían si no temieran que un día todos los oprimidos por sus maldades y tiranías se levantaran contra ellos. ¡Pobres de ellos si ese día nos acordamos de qué parte están la razón y la justicia!
ARLEQUÍN.-Si así fuera. . . , ese día me tendréis a vuestro lado.
CAPITÁN.-Con los poetas no hay que contar para nada, que es vuestro espíritu como el ópalo, que a cada luz hace diversos visos. Hoy os apasionáis por lo que nace y mañana por lo que muere; pero más inclinados sois a enamoraros de todo lo ruinoso por melancólico. Y como sois por lo regular poco madrugadores, más veces visteis morir el sol que amanecer el día, y más sabéis de sus ocasos que de sus auroras.
ARLEQUÍN.-No lo diréis por mí, que he visto amanecer muchas veces cuando no tenía dónde acostarme. ¿Y cómo queríais que cantara a1 día, alegre como alondra, si amanecia tan triste para mí? ¿Os decidís a probar fortuna?
CAPITÁN .-¡Qué remedio! Sentémonos y sea lo que disponga nuestro buen hostelero.
ARLEQUÍN.-¡Hola! ¡Eh! ¿Quién sirve? (Llamando en la hostería.)

<<< Parte anterior Título de esta parte Parte siguiente >>>
Escena II Acto I - Cuadro primero, Escena III Escena IV