Los intereses creados: Acto I, Cuadro segundo, Escena IX

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Los intereses creados
Acto I: Cuadro segundo, Escena IX
de Jacinto Benavente

LEANDRO y CRISPÍN, que salen por la segunda derecha.
CRISPÍN.-Qué tristeza, qué abatimiento es ése? ¡Con mayor alegría pensé hallarte!
LEANDRO.-Hasta ahora no me vi perdido; hasta ahora no me importó menos perderme. Huyamos, Crispín; huyamos de esta ciudad antes de que nadie pueda descubrirnos y vengan a saber lo que somos.
CRISPÍN.-Si huyéramos, es cuando todos lo sabrían y cuando muchos correrían hasta detenemos y hacernos volver a nuestro pesar, que no parece bien ausentarnos con tanta descortesía, sin despedirnos de gente tan atenta.
LEANDRO.-No te burles, Crispín, que estoy desesperado.
CRISPÍN.-¡Así eres! Cuando nuestras esperanzas llevan mejor camino.
LEANDRO.-¿Qué puedo esperar? Quisiste que fingiera un amor, y mal sabré fingirlo.
CRISPÍN .-¿Por qué?
LEANDRO.-porque amo, amo con toda verdad y con toda mi alma.
CRISPÍN.-¿A Silvia? ¿Y de eso te lamentas?
LEANDRO .-¡Nunca pensé que pudiera amarse de este modo! ¡Nunca pensé que yo pudiera amar! En mi vida errante por todos los caminos, no fui siquiera el que siempre pasa, sino el que siempre huye, enemiga la tierra, enemigos los hombres, enemiga la luz del sol. La fruta del camino, hurtada, no ofrecida, dejó acaso en mis labios algún sabor de amores, y alguna vez, después de muchos días azarosos, en el descanso de una noche, la serenidad del cielo me hizo soñar con algo que fuera en mi Vida como aquel cielo de la noche que traía a mi alma el reposo de su serenidad. Y así esta noche, en el encanto de la fiesta... , me pareció que era un descanso en mi vida... , y soñaba... ¡He soñado! Pero mañana será otra vez la huida azarosa, será la justicia que nos persigue..., y no quiero que me halle aquí, donde está ella, donde ella puede avergonzarse de haberme visto.
CRISPÍN.-Yo creí ver que eras acogido con agrado... Y no fui yo solo en advertirlo. Doña Sirena y nuestros buenos amigos el Capitán y el Poeta le hicieron de ti los mayores elogios. A su excelente madre, la señora Polichinela, que sólo sueña emparentar con un noble, le pareciste el yerno de sus ilusiones. En cuanto al señor Polichinela...
LEANDRO.-sospecha de nosotros.., Nos conoce.
CRISPÍN.-Sí al señor Polichinela no es fácil engañarle como a un hombre Vulgar. A un zorro viejo como él hay que engañarle con lealtad. Por eso me pareció mejor medio prevenirle de todo.
LEANDRO.-¿Cómo?
CRISPÍN.-!Sí; él me conoce de antiguo... Al decirle que tú eres mi amo, supuso, con razón, que el amo sería digno del criado. Y yo, por corresponder a su confianza, le advertí que de ningún modo consintiera que hablaras con su hija.
LEANDRO.-¿Eso hiciste? ¿Y qué puedo esperar?
CRISPÍN.-¡Necio eres! Que el señor Polichinela ponga todo su empeño en que no vuelvas a ver a su hija.
LEANDRO.-¡No lo entiendo!
CRISPÍN.-Y que de este modo sea nuestro mejor aliado, porque bastará que él se oponga, para que su mujer le lleve la contraria y su hija se enamore de ti más locamente. Tú no sabes lo que es una joven, hija de un padre rico, criada en el mayor regalo, cuando ve por primera vez en su vida que algo se opone a su voluntad. Estoy seguro de que esta misma noche, antes de terminar la fiesta, consigue burlar la vigilancia de su padre para hablar todavía contigo.
LEANDRO.-Pero ¿no ves que nada me importa del señor Polichinela ni del mundo entero? Que es a ella, sólo a ella, a quien yo no quiero parecer indigno y despreciable... a quien yo no quiero mentir...
CRISPÍN.-¡Bah! ¡Deja locuras! No es posible retroceder. Piensa en la suerte que nos espera si vacilamos en seguir adelante. ¿Que te has enamorado? Ese amor verdadero nos servirá mejor que si fuera fingido. Tal vez de otro modo hubieras querido ir demasiado de prisa y si la Osadía y la insolencia convienen para todo, sólo en amor sienta bien a los hombres algo de timidez. La timidez del hombre hace ser más atrevidas a las mujeres. Y si lo dudas, aquí tienes a la inocente Silvia, que llega con el mayor sigilo y sólo espera para acercarse a ti que yo me retire o me esconda.
LEANDRO.-¿Silvia dices?
CRISPÍN .-¡Chito! ¡Que pudiera espantarse! Y cuando esté a tu lado, mucha discreción... , pocas palabras, pocas... Adora, contempla, admira, y deja que hable por ti el encanto de esta noche azul, propicia a los amores, y esa música que apaga sus sones entre la arboleda y llega como triste eco de la alegría de la fiesta.
LEANDRO .-¡No te burles, Crispín; ni te burles de este amor que será mi muerte.
CRISPÍN.¿Por qué he de burlarme? Yo sé bien que no conviene siempre rastrear. Alguna Vez hay que volar por el cielo para mejor dominar la tierra. Vuela tú ahora; yo sigo arrastrándome. ¡El mundo será nuestro! (Se van por la segunda izquierda.)

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