Manifiesto de Don Jaime disolviendo la Junta Central Tradicionalista
A mis queridos jaimistas:
Hace pocos días, apenas recobré mi libertad, de la que me había privado durante más de tres años mi forzada residencia en Austria, os dirigí mi saludo y os manifesté mi confianza.
Me entero con profundo desagrado que hay quien trata de desvirtuar el alcance de mis palabras y desnaturalizar su significado.
Fueran las que fueren las ideas sustentadas por nuestra Comunión en materia de política internacional, es indudable que al estallar la última guerra, la más elemental prudencia imponía a todos los españoles, dignos de serlo, la obligación de unirse en un sentimiento de verdadera neutralidad para librar a nuestra Patria de las sangrientas pruebas que asolaban a la mayor parte de las naciones europeas.
A ninguno de mis fieles les negué el derecho de pensar y sentir individualmente como mejor le pareciere. No ordenaba la neutralidad del entendimiento ni de la conciencia, sino la de la acción. Pero como Jefe de una grande y gloriosa Agrupación política, nadie puede negarme el derecho de imponer a ésta, como colectividad operante, el deber de no inclinarse a servir a ninguno de los bandos contendientes.
Que actuando como guía de nuestra Prensa EL CORREO ESPAÑOL, diario de mi exclusiva propiedad, exageró e inventó los hechos para acaparar todas las simpatías a favor de los Imperios centrales, es tan público y notorio que no he de insistir en ello.
Que esa actitud exigía imperiosamente mi enérgica protesta, es no menos evidente, sin que esto se oponga a que Yo guarde cariñoso afecto y gratitud inmensa a todos mis leales extraviados de buena fe.
Claro es que iguales sentimientos me animan respecto a las Juntas Regionales, que me han permanecido fieles hasta ahora y que por falta de contacto directo conmigo no conocían mis instrucciones, que acaso no han llegado nunca a ellas.
No hagáis caso de quien pretenda denunciarme como sospechoso para vosotros.
Mis amores, mis aspiraciones, mis ideales, se confunden con los vuestros.
Tratad como se merece al que quiera arrebatar de mis manos la Sacrosanta Bandera de la tradición católico-monárquica española, que tiene en Mí su legítimo representante.
Sería criminal, a la par que pueril, el tratar de dividir y de desbaratar una fuerza nacional tan poderosa, como la que nosotros representamos, por una simple cuestión de conducta que en nada toca a los principios, cuando de la conducta que los que me reconocen como su Jefe, Yo soy a todas luces el único juez competente, como el único responsable ante Dios.
Como principio de la reorganización que me propongo dar a nuestras fuerzas, declaro disuelta la Junta Central, instaurada desde mi carta a mi querido Feliú en noviembre de 1912, y asumo la Suprema dirección, designando como mi Secretario general político en España, ínterin adopto una resolución definitiva, a don Pascual Comín, residente en Zaragoza, por cuyo conducto os haré llegar mis instrucciones y al que podéis desde ahora dirigir los votos que deseáis hasta Mí.
Contad con mi inalterable cariño, como Yo cuento con vuestra inquebrantable fidelidad,
Biarritz, 15 de Febrero de 1919.
Fuentes
[editar]- El Correo Español: Augustas palabras (17 de febrero de 1919). Página 1.
- Ferrer, Melchor: Historia del Tradicionalismo Español, tomo XXIX (1960). Páginas 244-245.