Mensaje a la Nación de Alberto Fujimori, 16 de septiembre de 2000

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Mensaje a la Nación del Presidente Constitucional de la República (2000)
de Alberto Fujimori Fujimori

A lo largo de estos últimos diez años hemos tenido que hacer frente, como cualquier gobierno, a crisis políticas de diversa magnitud. Ese cotejo con la realidad siempre ha merecido, de mi parte, una profunda reflexión y un severo análisis. Ello explica mi silencio de estos días frente a los últimos acontecimientos políticos. Pero, lo más importante, hemos afrontado todas las crisis, incluyendo ésta también, asumiendo, como premisa, los supremos intereses del Perú.

Esta semana, a través de un video se ha hecho una grave denuncia, ante la cual mi posición, clara y tajante, no es otra que la de respaldar una severa investigación para determinar responsabilidades ante la ley. Ello, no obstante, quiero señalar que este es, por sobre todo, un hecho político que, obviamente, ha tenido un fuerte impacto en la estabilidad de mi gobierno y del país.

Mi candidatura a la Presidencia de la República tenía el legítimo propósito de representar a un importante sector de la ciudadanía, con pleno derecho a coincidir con nuestra propuesta de gobierno, así como otros peruanos tienen el derecho a disentir de ella. El clima de tensión se prolongó más allá de los comicios, incluso con acciones de extrema violencia que, sin embargo, no pudieron impedir que el 28 de julio se instalara el nuevo gobierno.

He reconocido más de una vez que atravesamos por dificultades coyunturales, lo que también ocurre hoy en otros países del mundo. Por eso, a partir del mismo 28 de julio nos pusimos inmediatamente a trabajar para honrar nuestro compromiso con el pueblo. Sin embargo, fuerzas e intereses políticos que no aceptan, ni aceptarán, quedarse al margen por cinco años más, fuerzas e intereses que representan políticas de gobierno distintas a la nuestra, pretenden un cambio de gobierno en el más breve plazo.

Es mi obligación moral como Presidente de la República tomar una decisión ante esta situación que, además de frenar el proceso de recuperación económica, atenta contra las legítimas expectativas de progreso de los peruanos. A pesar de haber sido elegido por una mayoría ciudadana, no quiero constituirme en factor de perturbación y, menos, en obstáculo para fortalecer el sistema democrático. Por ello, tras una profunda reflexión y objetiva evaluación de la coyuntura, he tomado la decisión, primero, de desactivar el Sistema de Inteligencia Nacional, y, en segundo lugar, de convocar en el inmediato plazo posible a elecciones generales, medida esta última que espero sea acogida y entendida en su real contexto por los organismos competentes. En esas elecciones generales, de más está decirlo, no participará quien habla, sino todos aquellos que se sientan capaces de ejercer la primera magistratura o las funciones congresales. El pueblo, estoy seguro, sabrá, con prudencia, escoger el mejor destino.

He gobernado el Perú diez años. Ni los detractores pueden dejar de reconocer logros fundamentales que no los enumeraré, ustedes los conocen. Estos logros son mi gran satisfacción y la prueba tangible de la dedicación y el cariño que he puesto a la obra de gobierno, especialmente aquella en favor de mis compatriotas más necesitados. Ello me basta como recompensa moral.

Pocos gobiernos en la historia del Perú han heredado desastres como nosotros lo hemos hecho, para convertir estos viejos lastres históricos en oportunidad de desarrollo y viabilidad nacional. Deseo que el Perú, mi país, y al que he entregado diez años de trabajo intenso, procurando la máxima eficiencia, para verlo levantarse de sus escombros, no retroceda en términos de paz y desarrollo. Si el Perú retrocede en estos términos, qué sentido tendría el enorme sacrificio de civiles, policías, militares, y autoridades a todo nivel, sin cuyo concurso abnegado no habría hoy paz interna ni externa.

Mis dos periodos de Gobierno, lo reconozco, no están exentos de errores u omisiones. Ellos pueden haber postergado la atención de los legítimos intereses de algunos sectores de la ciudadanía, lo que, ciertamente, lamento. Y a quienes votaron por nuestra propuesta de gobierno, con esperanza y entusiasmo, les agradezco profundamente y pido comprensión. Se trata no de renunciar a nuestros ideales y principios, sino de dar un paso realista, para que los peruanos puedan seguir construyendo su futuro en democracia, entendiendo por democracia lo que ustedes entienden y desean: oportunidades reales, concretas para los sectores menos favorecidos.

Confío en que el pueblo sabrá, con madurez, continuar el camino del progreso. En ese camino también estaré yo, hasta siempre, identificado con el pueblo.

Muchas gracias.