Metamorfosis: Libro I
Apariencia
Las edades del hombre (89 - 150)
[editar]- La edad de oro se engendró la primera, que sin ningún
- represor, por su propia voluntad, sin ley cultivaba
- la confianza y el bien. Estaban ausentes el castigo y el miedo
- y no se leían en el bronce fijado palabras amenazadoras,
- ni la muchedumbre suplicante temía el rostro de su propio juez
- sino que estaban protegidos sin coacción.
- El pino talado sobre sus montañas, para ver el orbe
- extranjero, todavía no había descendido a las olas transparentes y
- los mortales no habían conocido ninguna cosa excepto sus litorales.
- Todavía no los profundos fosos cicurdaban las ciudades;
- no la trompeta de bronce recta, no de bronce curvado los cuernos,
- no los casos, no la espada estaba. Sin uso de soldado
- los seguros pueblos pasaban sus suaves ocios.
- Ella también inmune e intacta por el rastrillo y de ninguna(s) reja(s)
- herida por sí daba todo la tierra:
- y contentos con los alimentos producidos sin que nadie
- la fuerce, reunían la fruta del madroño y las fresa silvestres
- y la fruta del cornejo y en los dursos zarzales las moras adheridas
- y las bellotas que habían caído del frondoso árbol de Júpiter.
- La primera era eterna y plácidos con templadas brisas los céfiros
- acariciaban las flores nacidas sin semilla.
- Luego también la tierra sin arar producía cereales
- y la tierra sin barbecho se bronceaba de granadas espigas;
- ya el río de leche, yo el río de néctar fluían
- y las doradas mieles goteaban de la encina verde.
- Después que, precipitado Saturno al tenebroso Tártaro,
- bajo el cetro de Júpiter estaba el mundo, entró la prole de plata,
- peor que (la edad de) oro, mejor que la del bronce de tono rojizo.
- Júpiter abrevió la duración de la antigua primavera y por los inviernos
- y los veranos y los cambiantes otoños y (por) la breve primavera
- repartió el año en cuatro estaciones.
- Entonces, por primera vez la atmósfera caldeada de secas agitaciones
- se volvió abrasadora y petrificadoo por los vientos pendió el hielo.
- Entonces primero entraron a las casas, las grutas y los densos matorrales
- y las ramas entrelazadas con corteza fueron casas.
- Entonces primero en largos surcos las semillas de Ceres
- fueron enterradas y uncidos al yugo gimieron los novillos.
- Después de aquella sucedió la prole de bronce la tercera
- más violenta de carácter y más preparada a armas crueles,
- sin embargo, no criminal: la última es la del duro hierro.
- Derechamente, toda clase de crímenes irrumpieron en la edad de una vena peor;
- huyeron el pudor y la verdad y la confianza al lugar de los cuales
- entraron los fraudes y los engaños y las insidias y la violencia y el amor impío de poseer.
- Daba vela a los vientos y no hasta ahora bien
- había renovado aquellos el marinero, y las quillas
- que habían estado colocadas largo tiempo en sus montes altos,
- saltaron sobre los oleajes desconocidos, y el pprecavido agrimensor
- marcó con largo deslinde la tierra, antes común como los rayos del sol y las brisas.
- Y se reclamaba a la tierra fecunda no solo las cosechas y alimentos debidos;
- sino que se entró a las vísceras de la tierra y se excavan las riquezas que había escondido
- y relegado cerca de las tinieblas infernales, incentivos de males,
- y ya pernicioso el hierro y más pernicioso el oro que el hierro había brotado;
- brota la guerra que lucha por medio de uno y otro
- y con brazo ensangrentado blande sus estrepitosas armas.
- Se vive al asalto, no el huésped de su huésped (está) protegido,
- no el suegro de su yerno; también es rara la concordancia de hermanos.
- El hombre está próximo a la pérdida de su esposa, ella (a la del) marido;
- las terroríficas madrastras mezclan las lívidas pócimas del acónito,
- el hijo antes de hora se informa sobre la edad de su padre.
- Vencida yace la piedad y la virgen Astrea de matanza mojadas,
- la última de los celestes, abandonó las tierras.
La Gigantomaquia (151-162)
[editar]- Y para que no estuviera el arduo éter más seguro que las tierras,
- que refieren que afectaron al reino celeste los gigantes
- y levantaron los acumulados montes a las altas estrellas.
- Entonces, el omnipotente padre enviado un rayo destruyó
- el Olimpo y sacudió el Pelión de la sometida Osa.
- Cubierta su mole, cuando yacían los cuerpos funestos,
- refieren que humedecieron la Tierra mojada en mucha sangre
- de sus hijos y que esa cálida sangre se vivificó,
- y, para que ningún recuerdo de su estirpe se mantuviera,
- se cambiaron a una faz de hombres: pero también aquella estirpe
- fue despreciadora de los altísimos y cruel
- y muy ávida de matanza y violenta: sabrías que (son) hijos de la sangre.
El concilio de los dioses (163-208)
[editar]- Lo que cuando el padre Saturno en su elevada ciudadela
- vio, gimió y todavía no divulgados por el el recién hecho,
- refiriendo los impuros banquetes de la mesa de Licaón,
- ingentes en su ánimo y dignas de Júpiter
- concibió sus iras y llama al consejo: ninguna demora retuvo
- a los convocados. La vía está-en-el-aire, manifiesta
- en el cielo sereno: tiene el nombre (de) lácteo, es notable
- por su mismo candor. Este camino es para los altísimos
- haci los techos del gran Tonante y su real casa. A la derecha
- y a la izquierda de los dioses nobles se concurren
- los atrios con puertas abiertas de dos hojas (la plebe diversa
- habita en (otros) lugares): por esta parte los poderosos
- y preclaros celestiales pusieron sus penantes. Este lugar
- es, al que, si la audacia se diera a las palabras,
- no temería haber llamado a los palacios del gran cielo.
- Así pues, cuando los altísimos se sientan en su mármoreo receso,
- él mismo más excelso por su lugar y apoyado n el centro marfileño,
- sacudió la terrorífica cabellera de su cabeza tres y cuatro veces,
- con la que la tierra, el mar, los astros mueve. De tales modos,
- después liberó su boca indignada:
- 'No yo por el reino del mundo más ansioso
- por aquella tempestad, en la que cada uno se prepara a arrojar
- cien brazos de los angüípedes al cautivo cielo. Pues, aunque el enemigo era fiero,
- sin embargo, aquella guerra colgaba de un mismo cuerpo y un mismo origen;
- ahora, por donde Nereo hace sonar todo el orbe, debió perder el género mortal:
- por las corrientes infernales juro, bajo las tierras se deslizan a la laguna Estigia.
- Todas las cosas antes (han sido) tentadas pero el incurable cuerpo
- ha de recaer en la espada, que una parte pura no sea arrastrada.
- Tengo (son-para mí) semidioses, tengo rústicos númenes, ninfas, (y) faunos,
- (y) sátiros y montañeses silvanos;
- a los que ya que todavía no nos consideramos dignos del honor del cielo,
- las que entregamos, ciertamente las tierras habitar permitamos.
- Pero suficiente, altísimos, ¿creéis que ellos estarán protegidos,
- cuando a mí, que el rayo, que a vosotros tengo y gobierno,
- ha levantado las insidias Licaón conocido por su fiereza?'.
- Murmuraron todos y con afanes ardientes al que se atrevió
- tales cosas exigieron. Así, cuando una mano impía
- se enfureció por la sangre de César para extinguir
- el nombre romano, atónito portan gran terror de la súbita ruina
- el linaje humano es(tá) y todo el orben se estremeció:
- y no para ti la gracia, Augusto, es menos piedad
- de los tuyos que aquella fue de Júpiter.
- Quien después que con su voz y su mano contuvo los murmuros,
- todos tuvieron (guardaron) silencio(s).
- Cuando cesó el clamor, hundido del peso del soberano,
- Júpiter de nuevo con este discurso los silencios rompió.
Pan y Siringe (688-711)
[editar]- Entonces el dios dijo: 'en los montes gélidos de Arcadia,
- una náyade muy célebre hubo entre las hamadríadas nonacrinas;
- las ninfas la llaman Siringe.
- No por una vez ella había engañado a los sátiros que la perseguían,
- sino a cuántos dioses tiene la umbrosa selva y el feroz campo.
- A Ortigia con sus empeños y a la diosa con su propia virginidad cultivada. Por rito también
- ceñida de Diana engañaba (subj) y podía ser-creída por Latonia,
- si no para esta su arco (fuera), sin no fuera de oro aquella.
- Así también engañaba. Pan ve a ella que volvía del collado liceo,
- y de pino agudo ceñido en cuanto a la cabeza refiere tales palabras'.
- Se oponía a referir las palabras y, despreciads sus súplicas,
- había huido la ninfa por los cmapos, hasta que del arenoso Ladón
- al plácido río había llegado. Aquí ella, impidiéndo su curso las olas,
- que la mutaran a sus líquidas hermanas había rogado, y Pan, cuando la pensaba
- presa para él ya a Siringe, en lugar del cuerpo de ninfa,
- tenía cálamos pantanosos,
- y mientras allí suspira, movidos los vientos en la caña hicieron
- un sonido tenue y semejante a quien se lamenta;
- por ese arte nuevo y por la dulzura de su voz el dios (fue) cautivado.
- 'Esta reunión a mí contigo había dicho ¡me mantendrá!'
- y así los desparejos cálamos con ensambladura de cera entre sí unidos,
- tuvieron el nombre de la chica.