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Nuestros hijos: 06

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Escena VI

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SRA. DE ÁLVAREZ. -Supongo que tu malestar no depende de algún disgustillo con Enrique.

MECHA. -¡Oh, no, señora!...

SRA. DE ÁLVAREZ. -¡Ah! ¡Ahora que recuerdo! Qué tonta eres, criatura. Seguro que te ha comunicado ya la noticia.

SRA. DE DÍAZ. -¿Hay alguna novedad?

SRA. DE ÁLVAREZ. -(A Mecha.) ¿Cómo? ¿No sabes nada? Pues... Anoche hemos recibido carta de Álvarez. Escribe comunicando que se va a Baden-Baden por consejo de los médicos a someterse a un tratamiento, y con ese motivo -no te vayas a desmayar, muchacha- pide que le mandemos a Enrique para que le haga compañía.

MECHA. -(Reprimiendo un movimiento de sorpresa.) ¡Oh! ¡Ya lo sabía!

SRA. DE ÁLVAREZ. -Te había escrito... ¿verdad?

MECHA. -Sí; sí señora... ¡Sí, señora!...

SRA. DE DÍAZ. -¿De modo que se va Enrique?

SRA. DE ÁLVAREZ. -Naturalmente. Pero será un viaje muy rápido; de tres meses a lo sumo. Enrique estará de regreso a tiempo para cumplir su compromiso. No hay motivo, pues, para afligirse tanto, muchacha.

MECHA. -No, señora. No me aflijo. ¡Una cosa tan natural!

SRA. DE ÁLVAREZ. -No hay para qué decir que Enrique anda bailando de gusto. Creo que hasta se ha ido a esperar que abrieran la agencia de vapores para elegir camarote.

MECHA. -(Irónica.) ¡Naturalmente!...

SRA. DE ÁLVAREZ. -Perdón. He sido tal vez indiscreta, pero es la pura verdad. Es preciso imaginarse lo que significa para estos muchachos la perspectiva de un paseíto por Europa.

SRA. DE DÍAZ. -Si viera usted las ganitas que tiene Alfredo de hacerlo. Creo que sí se recibe este año es debido a la promesa que le hemos hecho de mandarlo por unos meses a París.

SRA. DE GONZÁLEZ. -Por otra parte, es una ventaja casarse con un hombre que haya estado en Europa.

SRA. DE ÁLVAREZ. -Claro está. Adorna mucho.

SRA. DE GONZÁLEZ. -Va al matrimonio con una curiosidad menos.