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za de aburrirse se concluye por distraerse; similia similibus.....

—No diré todavía que ve V. bajo su verdadero punto de vista todas estas cuestiones relativas á la moneda y á la Economía política; pero al menos por nuestra conversacion he quedado íntimamente convencido de que son de la mayor importancia; porque la paz ó la guerra, el órden ó la anarquía, la union de todos los ciudadanos ó su antagonismo dependen de la solucion que se dé al problema. ¿Cómo es que en Francia se sabe tan poco de una ciencia que tan de cerca nos toca, y cuyo conocimiento ejercería una influencia tan decisiva sobre la suerte de la humanidad? ¿Será tal vez que el Estado se cuida poco de enseñarla?

—No es precisamente porque no la enseña, sino porque enseña lo que no debía enseñar, porque satura todos los cerebros de errores y todos los corazones de sentimientos favorables al espíritu de anarquía, de guerra y de odio. De suerte, que si se presentan doctrinas de órden, de paz y de union, de poco les sirve tener en su favor la verdad, la sencillez, la claridad; encuentran la plaza ocupada.

—Es V. un terrible pesimista. ¿Qué interés puede tener el Estado en falsear las inteligencias en provecho de las revoluciones, de la guerra civil y de las guerras nacionales? Confiese V. que en todo eso hay mucho de exageracion.

—Sea V. mismo juez. Cuando nuestras facultades intelectuales principian á desarrollarse, en esa edad en que las impresiones son mas vivas, en que con tanta facilidad se empapa el alma de cualquier idea; cuando podríamos, mirando á nuestro alrededor, comprender algo de la sociedad en que vamos á vivir, en una palabra, cuando llegamos á los siete