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prisión, vinieron aquellas personas que Había enviado por Qualpopoca, y los otros que habían muerto los españoles, é trajeron al dicho Qualpopoca y á un hijo suyo, y con ellos quince personas, que decían que eran principales y habian sido en la dicha muerte. E al dicho Qualpopoca traían en unas andas y muy á manera de señor, como de hecho lo era.' E traidos me los entregaron, y yo les hice poner á buen recaudo con sus prisiones, y después que confesaron haber muerto los españoles, les hice interrogar si ellos eran vasallos de Muteczuma; y el dicho Qualpopoca respondió que si habia otro señor de quien pudiese serlo (1)[1]; casi diciendo que no habia otro, y que sí eran. E asimismo les pregunté si lo que allí se habia hecho habia sido por su mandado, y dijeron que no, aunque después, al tiempo que en ellos se ejecutó la sentencia que fuesen quemados, todos á una voz dijeron que era verdad que el dicho Muteczuma se lo habia enviado á mandar, y que por su mandado lo habian hecho. E así fueron estos quemados públicamente en una plaza, sin haber alboroto alguno; y el dia que se quemaron, porque confesaron que el dicho Muteczuma les habia mandado que matasen á aquellos españoles, le hice echar unos grillos, de que él no recibió poco espanto, aunque después de le haber fablado, aquel dia se los quité y él quedó muy contento,

  1. Destas palabras se infiere que el imperio de Muteczuma era universal, y solo los tlaxcaltecas rehusaban reconocerlo.