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cargo destas aves trecientos hombres, que en ninguna otra cosa entendían. Había otros hombres que solamente entendian en curar las a ves que adolecian[1]. Sobre cada alberca y estanques de estas aves habia sus corredores y miradores muy gentilmente labrados, donde el dicho Muteczuma se venia á recrear y á las ver. Tenia en esta casa un cuarto en que tenia hombres y mujeres y niños, blancos de su nacimiento en el rostro y cuerpo y cabellos y cejas y pestañas. Tenia otra casa muy hermosa, donde tenia un gran patio losado de muy gentiles losas, todo él hecho á manera de un juego de ajedrez. E las casas eran hondas cuanto estado y medio, y tan grandes como seis pasos en cuadra; é la mitad do cada una destas casas era cubierta el soterrado de losas, y la mitad que quedaba por cubrir tenía encima una red de palo muy bien hecha; y en cada una destas casas había una ave de rapiña, comentando de cernícalo hasta á águila, todas cuantas se hallan en España, y muchas mas raleas que allá no se han visto. E dé cada una de estas raleas habia mucha cantidad, y en lo cubierto de cada una destas casas habia un palo, como alcandra, y otro fuera debajo de la red, que en el uno, estaban de noche y cuando llovía, y en él otro se podian salir al sol y al aire á curarse. A todas estas aves daban todos los dias de comer gallinas, y no

 Cartas de Hernan Cortes—Tomo I.—15
 
  1. Esta prolijidad y gasto no es fácil referido de otro soberano.