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selo por la mucha necesidad en que nos viamos. En este pueblo estuve tres dias, donde me vinieron á ver y hablar Magiscacin y Sicutengal y todos los señores de la dicha provincia y algunos de la de Guasucingo [1], los cuales mostraron mucha pena por lo que nos habia acaecido, é trabajaron de me consolar [2] , diciéndome que muchas veces ellos me habian dicho que los de Culúa eran traidores y que me guardase dellos, y que no lo habia querido creer. Pero que pues yo habia escapado vivo, que me alegrase; que ellos me ayudarian hasta morir para satisfacerme del daño que aquellos me habian hecho; porque, demas de les obligar á ello ser vasallos de vuestra alteza, se dolian de muchos hijos y hermanos que en mi compañía les habian muerto, y de otras muchas injurias que los tiempos pasados dellos habian recibido; y que tuviese por cierto que me serian muy ciertos y verdaderos amigos hasta la muerte. E que pues yo venia herido, y todos los demás de mi compañía muy trabajados, que nos fuésemos á la ciudad, que está cuatro leguas deste pueblo, é que allí descansariamos, y nos curarian y nos repararian de nuestros trabajos y cansancio. E yo se lo agradecí, y acepté su ruego, y les dí algunos pocas cosas de joyas que se habian

  1. Huajocingo, otra de las señorías ó repúblicas.
  2. Esta prueba de fidelidad y honradez de estas señorías es digna de alabar, y más viendo á Hernan Cortés herido, deshechos los suyos, pobres y muertos da hambre.