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raba aquel camino. E comenzaron á pasar adelante; y como vieron que duraba mucho, detuviéronse, y con uno do los peones ficiéronme saber lo que habian visto; y como yo traía la avanguarda con la gente de caballo, encomendándonos á Dios, seguimos por aquel mal camino [1]adelante, y envié á decir á los de la retroguarda que se diesen mucha priesa y que no tuviesen temor, porque presto saldriamos á lo raso. E como encontré á los cuatro de caballo, comenzamos de pasar adelante, aunque con harto estorbo y dificultad; y al cabo de media legua plugo á Dios que abajamos á lo raso, y allí me reparé á esperar la gente, y llegados, díjeles á todos que diesen gracias á nuestro Señor, pues nos habia traido en salvo hasta allí, de donde comenzamos á ver[2] todas las provincias de México y Temixtitan que están en las lagunas y en torno dellas. Y aunque hubimos mucho placer en las ver, considerando el daño pasado que en ellas habiamos recibido, representósenos alguna tristeza por ello, y prometimos todos de nunca della salir sin victoria, ó dejar allí las vidas. Y con esta determinacion íbamos todos tan alegres como si fuéramos á cosa de mucho placer, Y como ya los enemigos nos sintieron, comenzaron de improviso á hacer muchas y grandes ahumadas por toda la tierra; y yo torné

 Cartas de Hernan Cortes—Tomo I.—23
 
  1. Y tan mala, que es admiracion que bajasen por él.
  2. Desde la falda del volcan se ve á México en un dia claro.