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y aunque yo deseaba mucho irme por la tierra, por dar órden en los reales, como los capitanes eran personas de quien se podia muy bien fiar lo que tenian entre manos, y lo de los bergantines importaba mucha importancia, y se requeria gran concierto y cuidado, determiné de me meter en ellos, porque la mas aventura y riesgo era el que se esperaba por el agua; aunque por las personas principales de mi compañía me fué requerido en forma que me fuese con las guarniciones, porque ellos pensaban que ellas llevaban lo mas peligroso. E otro dia despues de la fiesta de Corpus-Cristi, viérnes, al cuarto del alba, hice salir de Tesáico á Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor, con su gente, y que se fuese derecho á la ciudad de Iztapalapa, que estaba de allí seis leguas pequeñas; y á poco más de mediodia llegaron á ella y comenzaron á quemarla y á pelear con la gente della; y como vieron el gran poder que el alguacil mayor llevaba, porque iban con él más de treinta y cinco ó cuarenta mil hombres nuestros amigos, acogiéronse al agua en sus canoas; y el alguacil mayor, con toda la gente que llevaba, se aposentó en aquella ciudad, y estuvo en ella aquel dia, esperando lo que yo le habia de mandar y me sucedia.

Como hubo despachado al alguacil mayor, luego me metí en los bergantines, y nos hicimos á la vela y al remo; y al tiempo que el alguacil mayor combatia y quemaba la ciudad de Iztapalapa llega-