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vechosa. Aquel dia por los lados de la una parte y de la otra de aquella calle principal no se entendió sino en quemar y allanar casas, que era lástima cierto do lo ver; pero como no nos convenia hacer otra cosa, éranos forzado seguir aquella órden. Los de la ciudad, como veían tanto estrago, por esforzarse decian á nuestros amigos que no ficiesen sino quemar y destruir, que ellos se las harian tornar á hacer de nuevo, porque si ellos eran vencedores, ya ellos sabian que habia de ser así, y si no, que las habian de hacer para nosotros; y desto postrero plugo á Dios que salieron verdaderos aunque ellos son los que las tornan á hacer.

Otro dia luego de mañana entramos en la ciudad por la órden acostumbrada, y llegados á la calle de agua que habiamos cegado el día antes, fallámosla de la manera que la habíamos dejado; y pasamos adelante dos tiros de ballesta, y ganamos dos acequias grandes de agua que tenian rompidas en lo sano de la misma calle, y llegamos á una torre pequeña de sus ídolos, y en ella hallamos ciertas cabezas de los cristianos que nos habian muerto, que nos pusieron harta lástima. E dendo aquella torre iba la calle derecha, que era la misma adonde estábamos, á dar á la calzada del real de Sandoval, é á la mano izquierda iba otra calle á dar al mercado, en la cual ya no había agua ninguna, excepto una que nos defendian, y aquel día no pasamos de allí, pero peleamos mucho con los indios. E como Dios