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nuestro Señor cada dia nos daba victoria, ellos siempre llevaban lo peor; y aquel dia, ya que ora tarde nos volvimos al real.

Otro dia siguiente, estando aderezando para volver á entrar en la ciudad, á las nueve horas del dia vimos de nuestro real salir humo de dos torres muy altas que estaban en el Tatebulco [1] ó mercado de la ciudad, que no podiamos pensar qué fuese, y como parecia que era más que saumerios, que acostumbran los indios hacer á sus ídolos, barruntamos que la gente de Pedro de Albarado habia llegado allí, y aunque así era la verdad, no lo podíamos creer. E cierto aquel dia Pedro de Albarado [2] y su gente lo hicieron valientemente, porque teniamos muchas puentes y albarradas de ganar, y siempre acudian á las defender toda la mas parte de la ciudad. Pero como él vió que por nuestra estancia íbamos estrechando á los enemigos, trabajó todo lo posible por entrarles al mercado, porque allí tenian toda su fuerza; pero no pudo más de llegar á vista dél, y ganalles aquellas torres y otras muchas que están junto al mismo marcado, y es tanto casi como el circuito de las mu-

  1. En Tlatelulco.
  2. Este Pedro de Albarado, de que se ha hablado antes, fué insigne en todas sus acciones y aun su conserva el nom- bre del Salto de Albarado, que fué a la estrada de la Tras- pana, donde saltó la acequia muy ancha, estribando sobre la lanza.