Página:13 Cartas del Famoso Conquistador Hernán Cortés.pdf/407

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biamos de matar á todos. Y aunque otro fruto no hiciera, como no hizo, sino el temor que con él se ponia, por el cual pensábamos que los enemigos se dieran, era harto; y lo uno y lo otro cesó, porque ni los carpinteros salieron con su intención, ni los de la ciudad, aunque tenian temor, movieron ningun partido para se dar, y la falta y defecto del trabuco disimulámosla con que, movidos de compasion, no los queriamos acabar de matar.

 Otro dia despues de asentado el trabuco, volvimos á la ciudad, y como ya habia tres ó cuatro dias que no los combatiamos, hallamos las calles por donde íbamos llenas de mujeres y niños y otra gente miserable que se morian de hambre, y salian traspasados y flacos, que era la mayor lástima del mundo de los ver; y yo mandé á nuestros amigos que no les fiesen daño alguno; pero do la gente de guerra no salia ninguno adordo pudiese recibir daño, aunque los veíamos estar encima de sus azoteas cubiertos con sus mantas, que usan, y sin armas; y fice este dia que se les requiriese con la paz, y sus respuestas eran disimulaciones; y como lo más del dia nos tenian en esto, enviéles á decir que les queria combatir: que ficiesen retraer toda su gente, si no, que daria licencia que nuestros amigos los matasen. Y ellos dijeron que querian paz; y yo les repliqué que yo no veía allí el señor con quien se habia de tratar, que venido, para lo cual le daria todo el seguro que quisiese, que