me en la barca, y mandé que la canoa bien equipada de remeros fuese siempre delante de las balsas para descubrir si hubiese indios en canoas y para avisar de algunos malos pasos, é yo quedé en la barca atrás de todos, aguardando á que pasasen todas las balsas delante, para que si alguna necesidad se nos ofreciese los pudiese socorrer de arriba para abajo mejor que de abajo para arriba; ó ya que queria ponerse el sol, la una de las balsas dio en un palo que estaba debajo del agua y trastornóla un poco, y la furia del agua la sacó, aunque perdió la mitad de la carga; é yendo nuestro camino tres horas ya de la noche, oí adelante gran grita de indios, y por no dejar las balsas atrás no me adelanté á ver qué era, y donde á, un poco cesó y no se oyó más. A otro rato tórnela á oír, y parescióme más cerca, y cesó, y tampoco pude saber que cosa era, porque la canoa y las tres balsas iban adelanto, á yo quedaba con la balsa que no andaba tanto; ó yendo ya algo descuidados, porque había rato que la grita no sonaba, yo me quité la celada que llevaba, é me recostó sobre la mano, porque iba con gran calentura; é yendo asi, tomónos una furia de una vuelta del rio, que por fuerza, sin poderlo resistir, dió con la barca y balsa en tierra, y según paresciá, allí habian sido dadas las gritas que habíamos oído; porque, como los indios sabían el rio, como criados en é!, ó nos traían espiados, é sabian que forzado la corriente nos habia de echar allí, estaban muchos
