á vuestra majestad copia, pero algunas harto dignas do notar pudiera escrebir, que dejo por ser de ore propio. Llegado á esta ciudad, los vecinos españoles y naturales della y de toda la tierra, que aquí se juntaron, une recibieron con tanta alegría y regoci- jo como si yo fuera su propio padre, y el tesorero y contador de vuestra majestad salieron á me rece- bir con mucha gente de pié é de caballo en orde- nanza, mostrando la misma voluntad que todos, é así me fuí derecho á la casa y monasterio de Saut Francisco á dar gracias á nuestro Señor por me ha- ber sacado de tantos y tan grandes peligros y tra- bajos y haberme traído á tanto sosiego y descanso, y por ver la tierra que tan en trabajo estaba pues- ta en tanto sosiego y conformidad, y allí estuve seis dias con los frailes hasta dar cuenta á Dios de mis culpas; y dos dias antes que de allí saliese me llegó un mensajero de la villa de Medellin, que me hizo saber que al puerto della eran llegados ciertos navios y que se decia que en ellos venia un pesquisidor ó juez por mandado de vuestra majestad, y que no sabian otra cosa; é yo creí que debia ser que sabiendo vuestra católica majestad los desasosiegos y comu- nidad en que los oficiales de vuestra alteza, á quien yo dejé la tierra, la habian puesto, y no siendo cier- to de mi venida á ella, habia mandado proveer sobre este caso, de que Dios sabe cuánto holgué, porque tenia yo mucha pena de ser juez en esta causa; por-
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