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cinco 6 seis escopetas y cuarenta ballesteros, y con los troce de caballo que me quedaron, les hice mucho daño, sin recibir dellos ninguno mas del trabajo y cansancio del pelear y la hambre. Y bien parecio que Dios[1] fué el que por nosotros, peleó, púas entre tanta multitud de gente y tan animosa y diestra en el pelear, y con tantos géneros de armas para nos ofender, salimos tan libres. Aquella noche me hice fuerte en una torrecilla de sus ídolos que estaba en un cerrito, y luego, siendo de dia, dejó en el real doscientos hombres y toda la artillería. E por ser yo el que acometia, salí á ellos con los de caballo y cien peones, y cuatrocientos indios de los que traje de Cempoal, y trescientos de Iztacinestiran. E antes que hubiesen lugar de se juntar les quemé cinco ó seis lugares pequeños de hasta cien vecinos, é truje cerca de cuatrocientos personas, entre hombres y mujeres, presos, y me recogí al real peleando, con ellos, sin que daño ninguno me hiciesen. Otro día en amaneciendo dan sobré nuestro real mas de ciento y cuarenta y nueve mil hombres, que cubrían toda la tierra, tan determinadamente, que alguno dellos entraron den-

  1. Dice con grande fundamento que Dios, Señor de las batallas, hizo la principal conquista, pues se ve hoy que los indios hacen macho daño con las flechas, y matan mucho es- pañoles á caballo aunque tengan armas de fuego, á lo que se añade que antes los indios eran más diestros el arco que hoy son.