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VÍCTIMAS DEL CHIC.


La ambición, el deseo de elevarse es muy natural, y no es vituperable; antes merece protección cuando aquello á que se aspira es razonable y merecido. Todos deben hacer lo posible para alcanzarlo con cordura en la conducta y moderación en las aspiraciones. Á veces sucede como si la Providencia llevase de la mano, y poco á poco concede prosperidades que asombran á los favorecidos porque no las soñaban siquiera.

El soldado que está sujeto á la férula de un cabo, no sueña será general; el dependiente á quien hace trabajar el banquero, no sueña serlo y millonario; el obrero que trabaja doce horas al día, no sueña será propietario de fábrica; el simple escritor no sueña será ministro; el simple abogadillo no sueña será honra del foro; el agregado sin protección no sueña será embajador, y en fin, un pobre no sueña ser millonario. Y sin embargo, todos los días se ven generales, banqueros, fabricantes, ministros, magistrados, embajadores y millonarios que, cuando vuelven la cara atrás, han de preguntarse asombrados, al contemplar su punto de partida, si realmente son ellos mismos los que están en tan culminante posición.