Esternay estaba cortado, humillado de ese asombro en que se veía rebajado, sin sospechar que se burlaban de él. Luego le repitieron todo lo que la Baronesa había dicho á Yolande sobre la manera de vivir, y él creyó de buena fe que esa vida era la de todos los elegantes de Paris y de buen tono.
Cuando volvieron al salón en que estaba Yolande, le contaron lo que había pasado; ella rió de buena gana, autorizando con su risa á que aquellos viveiers siguiesen burlándose de su marido en su presencia, sin reflexionar que por lo mismo que era nulo y ridículo, á ella tocaba obrar de manera que no se faltase al hombre de quien llevaba el apellido. Una mujer que echa en pasto su marido á la murmuración, dando ella misma el ejemplo, no tiene derecho á ser respetada y autoriza el atrevimiento y esperanza de los galanes de oficio.
El primer resultado de esa vida fué romper los lazos íntimos del matrimonio, introduciendo la indiferencia, que no se preocupase el uno del otro y á absorber el tiempo en esa fiebre mundana que no se desaltera jamás.