revendian, á su vez, á damas modestas y á actrices de segundo orden, pues las de primero visten con el mismo lujo que las millonarias.
La doncella se reservaba los trajes de día, y cuando salía á la calle, con ese aire con que se sabe llevar el traje en todas las clases, nadie diría que esa elegante era una simple criada, lo que da lugar á chascos muy divertidos. Lo mismo hacía Yolande con las alhajas en cuya riqueza y profusión había inmovilizado tanto dinero. Y luego, las fiestas y las comidas, éstas tan repetidas, citadas como lo supremo del arte, en que no había alegría sin ruido, ni conversación sin galantería y sin la obligada murmuración. Las comidas eran abundates y refinadas, y se servían platos que no se conocían en otras casas. Mr. L... decía de las comidas de Mr. de A... <<que si con su pan no se comiese también al prójimo, se moriría uno allí de hambre>> pero en casa de Yolande se hacía gran consumo de ambas cosas.
Fuera de su five ó clock tea, recibia Yolande á sus intimos todods los dias de tres á cuatro, y allí se reunian alegremente damas y galanes. Recostada en una chaise longue o canapé, vestida con un rico tea-gown, un cigarrillo ruso en la boca, y, como las antiguas