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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

á la conciencia, podían contemplar con vista serena la vida de esa osurdida y su intimidad con la Baronesa, cuya sola reputación bastaba para calificar á las que disfrutaban de aquella.Temían, con razón, que acabaría mal, y lo deploraba, tanto más, que la nulidad de su marido no podía ampararla ahora ni salvarla más tarde. Ni se asombraban de que se contase con ellos para todas las fiestas, pues bien sabían que es cosá corriente atraer á las damas elegantes y á la moda , que parecen retar á la sociedad con el descaro de su conducta, porque saben que serán siempre llamadas y festejadas.

Por contra, Sylvain y Mercedes mantenian frecuente y grata correspondencia con Raoul é Irene, cuya felicidad era completa é inalterable, que también habian tenido hijos en Roma, en donde ascendió, por su mérito, en la embajada; constándose de la ausencia, fuera de las licencias que les permitian venir á París, con el agrado de la sociedad romana, tan distinguida, amena y dulce, que apreciando la gallardía y demás: prendas del joven matrimonio, lo había acogido como de los suyos en la Ciudad Eterna; como la memoria que deja cuando se ha tenido la suerte de hacer en ella larga residencia.