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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

dola nacer un despecho, una humillación por la esceta con su santa madre, que no habría tenido entregada á sus propios instintos; pero el pérfido Vizconde, al herir su amor propio, apagó todo sentimiento filial, y la alejó completamente de su madre.

—No la veré más hasta que me prometa no ocuparse en lo que hago — dijo picada, cediendo á la maléfica influencia del Vizconde, que fría y lentamente la dominaba para llegar á sus fines.

—Y hará usted muy bien; usted no es una niña que necesita andadores ni dedadas de miel.

—Ya verá usted si me mantengo firme.

El corazón del bello sexo, tan débil, tan dúctil cuando quiere de veras, tan fácil es para seguir el bien como el mal, según las manos en que caiga. ¡Pobre Yolande! ¿quién lo hubiera creído de la jovencita de provincia? No era posible otra cosa cuando en el ejemplo que la maleó veia el brillo que ofusca y la impunidad que alienta!

Trató de olvidar, de aturdirse en los placeres, diciendo con Doudan: « cuando se está triste, á lo menos que sea en un sitio ameno ».

El Vizconde veia en ella materia maleable á su