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VÍCTIMAS DEL CHIC.
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y que sabes que tampoco lo ignoro: ¿me comprendes?

– Sí, tía.

– Pues bien, por más que me duela confesártelo, decir una palabra que no sea en elogio de mi hija, a tí puedo decirte, porque me parece que me inspira el cielo, que ni mis consejos, ni mis ruegos han podido ablandarla y decidirla á seguir otro camino. Quizás tú...

Y no se atrevió á continuar.

– Pero tía, lo que no ha logrado una madre tan buena como usted, ¿cómo podría lograrlo una prima que ha vivido lejos de ella, y por lo mismo no hay esa intimidad que daría la expansión ni esa influencia que da el cariño?

– Mirame bien, Mercedes, y dime si no te parece que mis días están contados. Si el cielo hace por tu medio lo que a mí me niega, ¡qué consuelo sería para ti haber contribuido á que mi muerte sea tranquila, y saber que con mi gratitud te dejo mis bendiciones y la esperanza de que el Señor pueda permitirme un día le pida por ti, siquiera no lo necesites, porque eres buena, Mercedes, una perfección.

Mercedes se conmovió muchísimo, y tomando la