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bolso podría yo hacer en un plazo no muy largo, porque espero dentro de poco tiempo una liquidación de Londres, que excede á esa suma.
-Voy á dártelo en seguida.
Y fué á su gabinete, y abrió el cofre con el secreto que ella sólo conocía, y trajo las alhajas que habían costado unos quinientos mil francos, aplazando para el día siguiente lo del dinero, porque los títulos estaban en el Banco de Francia, y era preciso tiempo para retirarlos. Él dijo que por las alhajas prestaría el Montepío doscientos mil francos, y eran necesarios trescientos mil más.
Partió llevándose las alhajas y dejando la vergüenza por los suelos, sin que Yolande, en su aberración, reflexionara en lo feo del proceder de un hombre que así se envilecía. Eso suele acontecer, y aun se recuerda una dama extranjera, arruinada por otro extranjero, en la Bolsa, la que murió de la pesadumbre, pues era una fastuosa elegante.
Pausada y friamente se fué reflexionando el Vizconde en lo que haría. No era posible vender las alhajas, porque no podía evitarse que se supiese eran las de Yolande, y además se venderían mal, pues cuando se venden, se sabe es porque se necesita dinero, y