dice La Rochefoucaoldt, hay siempre en el fondo, al saberse la desgracia de los amigos, bien que ese sentimiento inhumano no pueda aplicarse de un modo absoluto.
La Baronesa, aun con su bata, saltó en un simón y fué á sorprender tan de mañana á su discípula, que se echó en sus brazos llorando sin decir palabra.
Ya sabia yo que iba á encontrarse así, ¡ánimo! si te amilanas, si te eclipsas, si te ven pálida y afectada, ¡estás perdida por el rídiculo! Es preciso que yo y todas tus amigas esparzamos el rumor de que eres tú la que le has plantado; que, harta de él, le aconsejaste se casara, y que aún tú has contribuido á su boda. Y da una comida y un cotillón, en que brindes por el matrimonio, y en que lo bailes con un galán á la moda, que haga ver lo buscada que eres y tu ningún desabrimiento: te certifico que eso haria yo. Va, cómprale hoy mismo un bonito presente que figure en la acostumbrada exposición de regalos en casa de la lluvia.
El consejo de esa diablesa tuvo que ser aceptado por Yolande, para salvar su amor propio y ocultar