como si se fueran á abrir las puertas del sepulcro y saliese su madre para decirle: « ¿Por qué profanas el reposo a que me condenaste? » y no pudiendo resistir á la tortura de su alma, cayó exánime; al volver en si, lloró tanto, sufrió tanto, rogó tanto, que poco á poco fué volviendo la calma á su corazón como si la santa mana de su madre la tocase y oyese su cariñosa voz que le decía: «¡Te perdono!»
Oró con fe, y al levantarse dijo: «¡Inspírame, madre mía!»
Si en las cosas ordinarias de la vida, la idea de
que se cumple con el deber hace desdeñar el qué
dirán, cuando inspira la fe en Dios, el alma se remonta
y se cierne victoriosa sobre todo lo humano:
las grandezas, las riquezas, los honores, los placeres,
los esplendores, y sobre todo lo que embriaga y
deleita aquí abajo, sin pensar en que todo ha de
tener un fin, y que el apego á la vida no vale la pena
de atormentarse por obtener ó conservar sus goces,
¡cuando su término es sólo la verdad!