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VÍCTIMAS DEL CHIC.

intención era que viéndolo de cerca les inspirase el mismo horror que á él le inspiró; como el romano que llevó á su hijo á ver á los ebrios para que cobrase horror á la bebida, y pudiesen volver a su casa convencidos de que lo más cuerdo y seguro es vivir en le calma y tranquilidad da la provincia que era, sin embargo, la voluntad, expresada terminantemente, del bueno y rígido Bonnet.

Á los jóvenes esposos toda sorprendió en París, admiraban todo, no dejaron de ver nada, ni aun esas piezas verdes, siempre á la moda, que son la especialidad de ciertos teatros; pero no movidos de esa comezón de las jovencitas parisienses, que, á fuerza de oír que no pueden verlas, Dios sabe lo que se figuran, y lo primero que piden á sus maridos, al día siguiente de la boda, es que las lleven á ellas.

Volvieron á su casa contentos y satisfechos de su viaje, con el conocimiento práctico del torbellino de París, que sólo conocían de oídas; pero sin sentimiento de dejarlo ni concebir esperanzas de establecerse aquí, casos raros en los que han gustado, siquiera poco, de sus placeres deslumbrantes.

Al año siguiente tuvieron una robusta niña, que pesaba siete libras, de cuyo peso se encargó el