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VÍCTIMAS DEL CHIC.

enardecido su imaginación, y parecía custodiar su alma en el santuario de la suya propia. Al pensar en su porvenir, temblaban sus carnes ; á veces era una verdadera tempestad su cerebro, y otras se entregaba al arrobamiento de la esperanza.

Bien comprendía que iba á llegar el momento de casarla; y si en su exaltación habría deseado para ella una corona, su razón le decía que debía desear un hombre como el que ella misma había encontrado, que fuera del agrado de Yolande, y de su mismo lugar, para no salir de esa vida en cuya feliz monotonía había hallado los goces conyugales con la paz del alma.

Los husmeadores de dotes han alcanzando en estos últimos tiempos un olfato que se dilata y penetra en los sitios más apartados, y su vista se ha afinado hasta ver brillar los escudos encerrados en las arcas más ocultas. Los que desesperanzados de atraparlos en París, dirigen sus tiros á las provincias, habían descubierto á Yolande, y se pusieron en movimiento para ofrecerse, valiéndose, ya de las personas que la conocían, ya dirigiéndose directamente á sus padres, con el obligada retrato, los apuntes de la familia, el título y blasón que han de redorar, y la