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VÍCTIMAS DEL CHIC

Dos lágrimas fueron la única respuesta de la madre.

Desde aquel día Yolande empezó á mostrarse triste, y á su madre hizo esto tal impresión, que hasta la veía desmejorada ; ya no tenía aquellas cariñosas espansiones que eran su encanto y su consuelo cuando la tenía en su regazo ; ya la vela enferma, hipocondriaca, con deliquios alarmantes, en fin, sin salud y desgraciada.

Durante algunos días nada volvieron á hablar sobre esto. Yolande sabía bien el tamaño del sacrificio de su madre, pero conocía también la grandeza de su amor por ella, y sabía bien que ni vivos ni muertos tenían poder para impedir que no consistiese en todo lo que á su gusto ó capricho se presentaba.

Ambas pasaron varias noches en claro; la una porque quería, la otra porque no quería ir á París. En la mente de la una bullían le vanidad y los placeres; en el corazón de la otra luchaban el dolor de abandonar el sepulcro del esposo querido, con el deseo irresistible de dar gusto á su hija en todo y por todo.

Al fin, la desolada viuda se dirigió una mañana al sepulcro con paso lento, y se arrodilló llorando como quien viene á pedir perdón. Creyó que sus

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