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Página:7 de julio - novela (1906).djvu/155

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7 DE JULIO

— Hacen mal en no tener esperanza,. c ¡Quién sabe! Dios...

— Sí, ya se está ocupando de nosotros.

— Dios no abandona á las criaturas. Animo, amigo mío.

— Ya lo tengo. Váyase usted, Naranjo. Es tarde, pueden venir.

— Adiós, adiós... Que Dios me ampare y nos ampare á todos.

Desapareció como ágil ratón sorprendido» en sus rapiñas.

XVII

Largo rato estuvieron hija y padre sin pronunciar una palabra. Ambos tenían sin duda algo que decir; pero ninguno quería ser el primero en romper á hablar. Soledad tenía la cabeza inclinada, las manos en cruz. D. Urbano miraba al techo. Por fin, con voz ronca y un acento de irruía que en él no era común, se expresó así:

— A ver, hija mía, dime dónde está nuestra Providencia, dime dónde está nuestro Dios* Que vea yo ese Dios y esa Providencia, aunque sólo sea por un instante.

Soledad contempló con lástima profunda la deplorable figura de su padre, que parecía ub muerto con voz y movimiento. Compadecióle más aún por el triste estado de su alma sin fe.

— Padre, no dude usted de Dios—dijo acer-